En la placa del perro
luces doradas.
espacio irreverente,
desorganizado e indisciplinado
para perder el estrés...
En construcción, disculpe las molestias.
Mientras, tome usted media taza de café.
El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:
«No haces más que ocultarme
el secreto último del Zen».
Y se resistía a creer sus negativas.
Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.
«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.
«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».
«Sí», asintió el discípulo.
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Profeso ser lector:
No leo entre líneas, abro surcos en medio de ellas.
A veces siembro allí ideas que germinan en textos que no reconozco como propios, porque siempre heredan algo de su original. Otras, por los surcos afloran historias que el autor ya había dejado sembradas en espera de ser descubiertas. Y en muy, muy pocas ocasiones, los surcos se vuelven grietas por las que escapan las verdaderas razones que llevaron a que se escribiera algo incompleto (o falso) y eso asusta, asusta mucho.
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Reloj sin cuerda.
De pronto el segundero
da un brinquito.
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«¡Oh, prodigio maravilloso:
Puedo cortar madera
y sacar agua del pozo!»,
exclamó el Maestro de Zen cuando alcanzó la iluminación
Lo he comprendido al fin:
oigo un canto: veo una flor:
¡oh, que jamás se marchiten!
Netzahualcóyotl
Rey Texcocano, Siglo XV