De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Roger y yo, Marie-Renée Lavoie


« […] Nunca se han visto héroes sin vientos borrascosos en las caricaturas japonesas. No hay drama sin la destrucción de una permanente. Nada más convincente, cloro está, que una mata de pelos enmarañados para evocar el valor, la fuerza de carácter del guerrero que lucha contra el mal simbolizado por aquel viento que se agita en vano. Inmóvil en el aire, eso no lo acabamos de entender, pero los japoneses, ellos lo saben muy bien. »


Lavoie, Marie-Renée: Roger y yo.

México, Tusquets editores (Andanzas), 2016. p. 10

domingo, 28 de octubre de 2018

El espía que surgió del frío, John Le Carre


« Mundt no dijo nada. Leamas se fue acostumbrando a sus silencios en el desarrollo de la entrevista. Mundt tenía una voz agradable; eso era algo que Leamas no había esperado, pero raramente hablaba. Quizá la extraordinaria confianza de Mundt en sí mismo hiciera que no hablase a no ser que deseara hacerlo de modo muy específico, estando dispuesto a conceder que se produjeran largos silencios en vez de intercambiar palabras inútiles. […] Su joven rostro tenía unas facciones duras y claras, y una inmediatez aterradora; carecía de humor o fantasía. Parecía joven, pero no juvenil: los hombres de más edad le tomaban en serio. »

Le Carre, John: El espía que surgió del frío.
México, Seix Barral (Obras maestras de la literatura contemporánea), 1984, pp. 174-175.

miércoles, 24 de octubre de 2018

sin rigidez
la rama sigue el marco
 de la ventana


miércoles, 17 de octubre de 2018

Chasquido sordo
tres gotas de aceite
caen al suelo.

martes, 9 de octubre de 2018

mirar el mundo
sin pedir explicación
de causa-efecto

lunes, 8 de octubre de 2018

Lo bello y lo triste, Yasanuri Kawabata


« Unos dos meses después de su intento de suicidio, Otoko había sido internada en una clínica psiquiátrica de ventanas enrejadas. Lo supo por la madre, pero no le permitieron verla.
–Si quiere, puede verla desde el corredor –le había dicho la madre–; pero yo preferiría que no lo hiciera. Me horroriza la idea de que usted vea a la pobrecilla en esas condiciones, y ella se perturbaría mucho si lo viera.
–¿Cree que me reconocería?
–¡Por supuesto! ¿Acaso todo esto no es por su causa? »

Kawabata, Yasunari: Lo bello y lo triste.
México, 2016, Emecé, p. 33.

viernes, 5 de octubre de 2018

De rosas secas
el ramo que abraza
la vagabunda

martes, 2 de octubre de 2018

No más zumbidos.
En la palma de mis manos
una manchita.

domingo, 30 de septiembre de 2018

Las pasiones de Juan, Emperatriz Sánchez Londoño


« […] pero era extraño lo que me ocurría con ella, una leve sensación de hastío una vez terminábamos nuestro acto sexual. Sin embargo, realicé múltiples intentos por encontrarla atractiva para mis sentimientos, pero mis intenciones nunca me permitían ir más lejos de lo que mis ojos veían. Nunca lo pude lograr, de ella sólo me importaba su cuerpo, la manera en que me hacía sentir, su perfume, la pícara sonrisa de sus canosos labios cada vez que alcanzaba el clímax […]»
 
Sánchez Londoño, Emperatriz: Las pasiones de Juan.
México, Ediciones B, 2009, p. 14.

Los mismos cuadros
y de pronto la pared
parece vacía.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Lavando trastes
oleaje diminuto
dentro del plato.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

De cinco rosas
sólo queda una
sin marchitar

viernes, 21 de septiembre de 2018

La casa, la isla, segunda selección

« Ninguno se atrevía a más, aunque siempre parecía que ascendían un pequeño escalón. Y jamás hablaban de lo que realmente hacían. Era como si ambos alzaran un muro compartido, pero cada parte del muro tenía ladrillos diferentes. Los de él eran los ladrillos de una timidez casi patológica, y sencillamente no saber qué más podía hacer con aquello que de pronto se abandonaba entre sus manos. Los de ella eran la intuición de un miedo. »

Menéndez, Ronaldo: La casa, la isla.
México, Alianza Editorial (Alianza de novelas), 2016, p. 233.

lunes, 17 de septiembre de 2018

La casa y la isla


« Entonces la chica de ojos inolvidables acotó con voz lo suficientemente audible: “y así hasta el infinito, que es un ocho acostado”. Y aunque lo del infinito, hablando con propiedad era un error (nada dura para siempre), lo del ocho acostado que le había gustado al profesor. Lo curioso fue que no pudo evitar pensar que la convergencia entre un seis y un nueve formaba ese famoso 69, que si uno lo juntaba lo suficiente, bien apretadito, era un especie de ocho acostado, metido dentro de un círculo (que era la mejor forma de infinito, según Stephen Hawking) y también se parecía al símbolo del yin y el yang. »
 
Menéndez, Rolando: La casa y la isla.
México, Alianza Editorial (Alianza de novelas), 2016, p. 28.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Presas de araña
una pluma de colibrí
y muchos bichos.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

A medianoche
palmeando las almohadas
antes de dormir.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Los pies descalzos
pisando lozas tibias
de la vereda.

viernes, 7 de septiembre de 2018

tiempo de granadas


«Entonces Hassán Badreddin llegó al colmo de la alegría y se apresuró a hacer cuanto pudo para honrarlos. Cogió un tazón de porcelana de los más ricos, lo llenó de granos de granada preparados con azúcar y almendras mondadas, perfumado todo deliciosamente y muy en su punto, y lo presentó sobre la más suntuosa de sus bandejas de cobre repujado. Y al verlos comer con manifiesta satisfacción, se sintió muy halagado y muy complacido: "¡Oh, qué honor para mí! ¡Qué fortuna la mía! ¡Que os sea tan agradable como provechoso!»
 "Las mil y una noches" (noche 23)

sábado, 18 de agosto de 2018

Baricco: Tierras de cristal


« […] tal vez, siempre, y para todos, leer no es otra cosa que mirar fijamente un punto para no ser seducidos, y destruidos, por el incontrolable deslizarse del mundo. No se leería, nada, si no fuera por miedo. O para aplazar la tentación de un incontrolable deseo al que, se sabe, no sabremos resistirnos. […]»

Baricco, Alessandro: Tierras de cristal. Barcelona.
Anagrama (Compactos), 1998, p. 65-66.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Tierras de Cristal, Alessandro Baricco


« “Hay demasiado mundo”, pensaba. Y buscaba una solución.
[…] Intuyó que escribir una cosa significa poseerla, ilusión hacia la que se inclina una parte no desdeñable de la humanidad. Pensó en centenares de páginas abarrotadas de palabras y sintió que el mundo le daba un poco menos de miedo. […] Aquella misma noche empezó la meticulosa tarea que le habría de acompañar durante años. Releída retrospectivamente, la primera anotación revela una mente significativamente predispuesta al rigor metodológica de la ciencia:

1.       Las cosas: hay que escribirlas para no olvidarlas. »

Baricco, Alessandro: Tierras de cristal.
Barcelona, Anagrama (Compactos), 1998, pp. 46-47.

lunes, 9 de julio de 2018

Tronco rojizo
a la luz del ocaso
luce encarnado.

martes, 3 de julio de 2018

Vaso colmado
la gota que escurre
se seca sola

viernes, 29 de junio de 2018

Petrovic, Goran: La mano de la buena fortuna

« En otra ocasión vi a una persona con guantes de hilo beige y una pamela parecida a la suya, con un vestido de seda cruda […] junto al gran río que atravesaba el valle; me apresuré, no encontré a nadie, pero la corriente aún no se había llevado la imagen del agua junto a la orilla: me agaché, tomé el reflejo con mis dos manos juntas y sumergí mi rostro en la imagen de Natalia Dimitrijevic, con mi mejilla pegada a la suya, hasta que me atraganté. »

Petrovic, Goran: La mano de la buena fortuna.
Madrid, Sexto Piso, 2006, p. 277.

Amanecen
cubiertas de rocío
las ramas mustias.

miércoles, 27 de junio de 2018

Cuerpo al sol
las pezuñas quedaron
en un charquito.


martes, 26 de junio de 2018

Sale del comal
olor a quemadito
de la tortilla
:P

domingo, 24 de junio de 2018

Vaya dilema
¿es sólida o líquida
esa espuma?

Tapa arrugada
cicatrices del libro
tan estimado.

martes, 19 de junio de 2018

abandonada
la telaraña rota
atrapa bichos

jueves, 14 de junio de 2018

La mano de la buena fortuna, Goran Petrovic


« En su mente, Adam abordaba el lugar del cambio exigido desde varios ángulos, evaluaba la intervención final y lo que iba a pasar con las frases aledañas. Al fin, decidió dónde y cómo intervenir, clavó la punta de su lápiz como si fuera escalpelo, más precisamente la clavó como si fuera una azada, en la mera raíz de la descripción, empezó a tachar, a cambiar el orden de las palabras, a permutar las oraciones, agregó una conjunción, arrancó toda una imagen y, finalmente, juntó dos párrafos. Estaba todo sudoroso, desagradablemente sudoroso a causa de su conciencia intranquila, la pérgola con las rosas tardías había desaparecido como si jamás hubiera existido, la herida apenas se notaba, […] »
 
Petrovic, Goran: La mano de la buena fortuna.
Madrid, 2006. Sexto Piso. p. 73.

lunes, 4 de junio de 2018

Tiempo de lluvias
reaparece el salitre
de la pared.

sábado, 2 de junio de 2018

Café y postre.
Aún huele a mostaza
la servilleta.

martes, 29 de mayo de 2018

Kaiser, Vea: Los héroes felices


« Eleni le explicó que era una chica de la alta montaña que no estaba hecha para meterse en una jaula y volar más alto que los pájaros. Pasado el aterrizaje, las que pidieron a gritos el cigarrito para tranquilizarse fueron las incontables noches de soledad […] entonces se fumaba un cigarrillo. Y así se fumaba también las lágrimas y la añoranza. Se fumaba la desesperación y el anhelo. Eleni echaba mucho de menos a Aspasia. Echaba de menos el sentimiento de hogar. Pero las heroínas no lloraban. Las heroínas, a lo sumo, fumaban. »

Kaiser, Vea: Los héroes felices.
México, 2016, Alianza Editorial (Alianza de novelas), p. 229.

lunes, 28 de mayo de 2018

Tarde ventosa.
El perro olfatea
la hoja que cae,

martes, 22 de mayo de 2018

sólo aromas
quedan detrás del vidrio
recién lavado.

Los héroes felices, Vera Kaiser


« La fascinación que sentía Eleni por aquellos mamotretos gordísimos e incomprensibles era todo un misterio para Lefti. Con lo temperamental que era la chica…, incapaz de quedarse sentada quieta cuando uno quería hablar con ella, siempre brincando de un lado para otro y cambiando de tema sin cesar. Durante tres años, había ido a la estricta escuela femenina del valle, donde el principal objetivo era preparar a las chicas para las tareas del hogar, pero donde ella no había aprendido nada excepto a elaborar sus respuestas con más gracia y mejor retórica para llevar la contraria a los mayores. Tal y como Lefti esperaba, llego un momento en que le expulsaron. »

Kaiser, Vera: Los héroes felices.
México, 2016, Alianza Editorial (Alianza de novelas), p. 68

jueves, 10 de mayo de 2018

SIlencio, Shusku Endo


« […] hasta dónde puede llegar la indiferencia del hombre por el hombre. Sí… Pecado no es, como se piensa de ordinario, eso de robar o decir mentiras, no. Pecado es que un hombre pase sobre la vida de otro hombre olvidando las huellas que ha dejado en él. »

Endo, Shusaku: Silencio.
Barcelona, Edhasa (narrativa histórica), 2017. p. 114.

lunes, 7 de mayo de 2018

Ritmo silente
El vaivén del cuchillo
sobre la tabla

viernes, 4 de mayo de 2018

Edith Pearlman, Miel del desierto


« [Alice] estaba desnuda antes de que el suéter liberara la cabeza de Richard. Y así, recostada, con los muslos desnudos cruzados contra su propio deseo, observaba el resto del desnudamiento, el cuidadoso plegado de las prendas. A veces lo de cruzar los mulsos no le funcionaba, y había de rendirse a una primera delicia mientras él se afanaba colocando la chaqueta en el respaldo de la silla. No hoy, sin embargo. Hoy se las arregló para mantenerse distante, como buena profesora que era, y esperó hasta que su cuerpo quedó cubierto por el igualmente disciplinado cuerpo de él; Abrió las piernas; y a continuación la profesora solterona y el médico erudito se descargaron de sus personalidades exteriores, se juntaron, rodaron, volvieron a rodar, luchando cada cual por incorporarse en el otro, por hacerse uno solo, por integrar un nuevo organismo que sólo deseara hacerse el amor a sí mismo durante todo el día. Quizá alguna tarde les mudara la piel, a ellos o al nuevo organismo, les salieran alas, echaran a volar, […] »

Pearlman, Edith: Miel del desierto. México, 2017.
Alianza Editorial (alianza de novelas), pp. 304-305.

jueves, 26 de abril de 2018

Espera a ver, Edith Pearlman


«Entonces la besó, y ella le acarició la cadera con la rodilla, gesto que no puede efectuarse si ambos participantes no están acostados de lado y frente a frente. Y estaban acostados de lado y frente a frente —con Lyle en el colegio— y por tanto la caricia imposible en otras circunstancias ahora sí era posible, probable, necesaria, inevitable, aunque quién habría querido evitar el profundo estremecimiento que ambos sintieron cuando se saludaron sus articulaciones. Luego, Marcus entró en aquella encantadora mujer.»

Pearlman, Edith: “Espera a ver”, en Miel del desierto.
México, 1917, Alianza Editorial (alianza de novelas), p. 227.

miércoles, 11 de abril de 2018

Miel del desierto, Edith Pearlman


« […] “Mi Conseguidora de Guardia”, decía él más tarde, lamiéndole la parte baja de la barbilla, los labios exteriores, el hueco de las rodillas; y cada vez que él la lamía, donde fuera, sus volatineros interiores se ponían a dar volteretas, sin parar, hasta unirse en un orgasmo estremecedor. La rapidez del efecto era la misma si le lamía el lóbulo de la oreja en un taxi. Jamie dijo que un año más tarde se le ocurrió que su lengua, su propia lengua, también podía desempeñar tan práctico oficio, y, sola en un ascensor, apretó la cara interna de la muñeca contra sus labios abiertos y conoció la sal de su piel y la fibra de sus tendones, mmm, ah. »

Pearlman, Edith: “Su prima Jamie”,
en Miel del desierto, México, Alianza Editorial (AdeN Alianza de novelas), 2017, p. 81.

domingo, 25 de marzo de 2018

Muchos zumbidos.
La mosca atrapada
en la basura.

martes, 20 de marzo de 2018

En sobremesa
el calor del platillo
quedó en el mantel.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Brillan los libros
en la tele apagada...

(Falta una línea para el haiku, ¿sugerencias?)

Pronta a florear
se enreda en sí misma
la enredadera.

lunes, 12 de marzo de 2018

Dedos perfumados.
Deshojando la rama
para la infusión.

jueves, 8 de marzo de 2018

Nueve de marzo.
Sigue sin florecer
la jacaranda.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Truenos cercanos.
La semilla voladora
flota en el agua.

jueves, 1 de marzo de 2018

Brillos danzantes
el reflejo de la alberca
en la pared

viernes, 16 de febrero de 2018

Ciprés marchito.
En su punta doble
un ave roja.

miércoles, 24 de enero de 2018

El tiempo de la noche William Sloane

« Yo iba a gritar: “¡Jesús!”, sorprendido, y me contuve. La sorpresa sólo duró un segundo, pero el sentimiento interior de alarma duró toca la noche. Era demasiado pronto. Era demasiado rápido. Había dejado de ser algo curioso y desagradable para transformarse en un asunto tan raro que sus efectos acumulativos eran ahora terroríficos. »


Sloane, William: El tiempo de la noche.
Buenos Aires, Minotauro (Otros mundos). 1974, p. 93.

martes, 23 de enero de 2018

Luz vespertina.
Donde se frotan los perros
pared con manchas.

lunes, 22 de enero de 2018

Cubo de agua
una hoja rotando
a contrareloj.

domingo, 21 de enero de 2018

Cielo rosado.
Tres garzas rezagadas
tras la parvada.

viernes, 5 de enero de 2018

más de La esposa joven, Alessandro Baricco

« […] tendría que explicarle cómo todo lo que escribimos guarda relación con lo que somos, o con lo que fuimos, pero que por lo que a mí respecta nunca he pensado que el oficio de escribir pueda resolverse en transmutar en una forma literaria nuestros propios asuntos, mediante la penosa estratagema de modificar los nombres y, a veces, la secuencia de los acontecimientos, cuando en cambio el sentido más justo de lo que podemos hacer siempre me ha parecido interponer entre nuestra vida y lo que escribimos una distancia magnífica que, forjada por la imaginación, primero, y colmada luego por el oficio y por la dedicación, nos lleva hacia otro lugar donde aparecen mundos que no existían con anterioridad, donde todo lo que hay que es íntimamente nuestro, inconfesablemente nuestro, así vuelve a existir, pero ya ignoto para nosotros, y tocado por la gracia de formas delicadísimas, […] »

Baricco, Alessandro: La esposa joven.

Barcelona, Anagrama, 2016. p. 53.

Brisa de tarde.
se mueve la telaraña
como libélula.

martes, 2 de enero de 2018

La esposa joven, Alessandro Baricco

« […] Refiero todo esto para que conste, pero también porque hoy me ha parecido vislumbrar una coherencia en todo lo que me está ocurriendo, y por eso mismo hace unas horas que me resulta sencillo oír sonidos que, de lo contrario, presa de las garras del extravío, se convierten en inaudibles: por ejemplo, el tintineo de la vida, a menudo, sobre la mesa de mármol del tiempo, como perlas dejadas caer. »

Baricco, Alessadro: La esposa joven.
Barcelona, Ed. Anagrama, 2016. p. 21.