Y como me sigo resistiendo a fusilarme a mí mismo reciclando textos ya publicados en otros lados, a eso me he dedicado estas últimas semanas que he pasado sin escribir ni un tercetito. Observo sin juzgar, sin pretender describir ni obligarme a escribir sobre lo que presencio.
Así que he reencontrado algunas viejas pasiones. El teatro, por ejemplo. Y no es porque alguna vez hubiera actuado en serio: mi experiencia en los escenarios no va más allá de haber participado en una obra infantil en la que daba vida a un guiñol de un campesino revoltoso contra su rey. Fue una experiencia gratificante durante la temporada de doce representaciones, alguna vez estaba esperando que el muñequito empezara a decir su parlamento él solo...
Algo se me quedó de lo que aprendí sobre el manejo de los muñecos, y sobre hacerles historias. Todos los juguetes que llegan a la casa reciben su nombre, y según la personalidad que traigan se integran en las aventuras de los que llegaron antes. El más reciente fue precisamente un peluche guiñol, el "Greasly", a quien les presento el siguiente video:
1 comentario:
Bueno, Jimeneydas, de vez en cuando hay que entretenerse con otras cosas, que también nos gusten, hasta que lleguen las musas. Yo estoy parecido. Abrazos
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