« –Responde… ¿Qué haces aquí?Había dureza en la insistencia, ahora. Y Max, que tras el estupor inicial –con despuntes de pánico– empezaba a recobrar la sangre fría, comprendió que seguir callado era un error. Reprimiendo el deseo de retroceder y protegerse –se sentía como una almeja cruda que acabara de recibir un chorro de limón– miro los reflejos gemelos de la miel [de los ojos de ella] mientras procuraba desmentirlo todo con una sonrisa.–Mecha, dijo.»
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