De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

viernes, 15 de noviembre de 2024

el eco de las amapolas

Anted de abordar el tren rumbo al campo de batalla me pusiste al cuello esa bufanda, el primer regalo que te di. "Te la encargo. La verdad no va con el uniforme”, fue tu despedida.

             La tejí con los colores y motivos de tu jardín. “Las amapolas no tienen aroma, así olerá siempre a ti”, anoté en la tarjetita. Regresé a casa aspirando en ella tu presencia. Al llegar la colgué del respaldo del sillón que te gustaba; Perro acudió de inmediato a olfatear y se echó debajo a esperarte, en el que se convirtió su nuevo lugar favorito.
             Pasó el tiempo sin tener noticias. Sólo tres cartas pasaron la censura militar y lo único que sabíamos de la guerra era por los boletines oficiales. Me reconfortaba abrazando la bufanda, que mantenía el aroma como el primer día, que a veces era aún más intenso.
             Perro siempre me acompañaba pero un día empezó a evitar acercarse. Yo no entendía por qué, hasta que le percibí olores extraños: en lugar de una suave fragancia, a veces emanaba hedor a sudor rancio, a tierra seca, a pólvora, a sangre. Entonces entendí eso de que los perros captan el miedo; incluso yo aprendí a distinguir el olor de la sed, de la fatiga o la angustia…
             Una noche me despertó un coro de aullidos lastimeros. Perro por fin se había aproximado de nuevo a tu sillón, lloriqueando. No me asombró captar el olor a muerte. Enfrenté lo inevitable y enterré aquel tu recuerdo en la jardinera..
             Ahora paso mis horas muertas tejiendo bufandas para los heridos que regresan de la guerra. Las lleno de flores coloridas para que olviden lo gris de sus uniformes mientras veo cómo crecen las plantas que nacieron donde enterré la prenda. Les han brotado numerosos botones. Perro los cuida celosamente, porque, al contrario de las amapolas comunes, éstas sí tienen perfume: el tuyo.

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