«Con hábiles movimientos de los palillos, ella se llevó a la boca una porción del arroz. Un sonido seco, crujiente, surgió de su boca cuando masticó el arroz. Mientras contemplaba los movimentos de su boca, Suguro notó en el gesto una manifiesta sensualidad. Era una sensación erótica, que recordaba el acto sexual como jamás se le había pasado por la cabeza mientras cenaba con su esposa o con ninguna otra mujer. […] La señora Naruse extendió la mano y tomó algunas gambitas del plato para llevárselas a la boca. El escritor apreció como los dientes se movían tras los labios suamente cerrados. La expresión de la mujer mientras saboreaba la comida le recordó algo […] Por un instante, Suguro se preguntó si aquélla sería la expresión de la mujer cuando hacía el amor […]
–Entonces, ¿tiene otros disfraces, otras personalidades?–¿Y usted?–Supongo que debo tenerlas, Sin ellas no podría escribir.–Exactamente así soy yo. ».
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