«Alargar la mano y tocar esa voz. Poder sentir su calor. Percibir primero su dulzura, luego su blancura deslumbrante. Poco a poco poder cogerla de la mano, a esa voz. Acariciar su rostro, sus cabellos. Poder respirarla hasta la ebierdad. La voz habla, es cierto. Pero lo que dice poco importa. Solo cuenta su existencia, su murmullo sofocado. […]»
Barcelona, Martínez Roca, 1989. p. 65.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario