«Estábamos tan unidas que nos habíamos hecho la promesa de no casarnos nunca. Todo el tiempo juntas, escapando de los trabajos y de los chicos. –No habla para nosotros, sino para sí misma, reviviendo el pasado–. A veces echábamos la siesta juntas, en su cama o en la mía..., aunque sólo una tarde vino Anari a la mía, y aquella noche dormí cuidando de no deshacer el hueco dejado por su cuerpo en el colchón. Pero siempre dormíamos la siesta en su cama. Un día le pregunté cuántos días duraba mi hueco en su colchón y no lo sabía, nunca pensó en mi hueco como yo en el suyo. [...] »
un caso para Samuel Esparta.
1 comentario:
Good!
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