«Formaban el rostro de la casa. Eran objeto de un culto de religiones particulares. Colocado cada uno en su sitio, convertido en necesario por el hábito, embellecido por los recuerdos, poseía su propio valor por la patria íntima que contribuía a crear. Pero se ha creído que su valor residía en ellos mismos, los han arrancado de su chimenea, de su mesa, de su pared, los han amontonado a la buena de Dios. Y ya no son sino objetos de bazar mostrando su vejez.»
No hay comentarios.:
Publicar un comentario