«—Me da envidia oírle—dijo el visitante.—Enséñeme a divertirme como lo hace usted.—¿Por qué estar aburrido? ¡Caramba¡—respondió el caballero gordo.—¿Por qué estar aburrido? Porque la vida es aburrida.—No come usted lo bastante, eso es todo. Debía probar el efecto de una comida adecuada. Es una nueva moda que han inventado, eso de aburrirse; en otros tiempos, nadie se aburría.—¡Basta de jactancias! ¿Quiere usted decirme que nunca se ha sentido aburrido?—¡Nunca en mi vida! No sé cómo es, pues yo no tengo tiempo para aburrirme. Uno se despierta por la mañana: se ha de tomar el té, ¿sabe?, y luego hay que hablar con el administrador; después voy a pescar y ya es hora de comer; después de la comida, apenas si le queda a uno un rato para la siesta cuando viene la cena, y luego sube el cocinero y tengo que darle órdenes para la comida del día siguiente. ¿Qué tiempo me queda para aburrirme?»
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