De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Jorge Debravo: Poeta

Acabo de conocer a este Poeta (así, con mayúscula) nacido en Costa Rica, pero ser humano por vocación intrínseca, defensor de los mejores valores humanos: el amor, la libertad y la paz.
Poesía poderosa, sin adornos. Poesía cabal y descarnada. Selecciono dos de ellos: "Canción Satisfactoria" y "Desvestido"

CANCIÓN SATISFACTORIA

Qué bien tu amor aquí para que ladre
y asuste a los leones de la muerte!
Qué bien tu amor velando como un padre
este miedo que tengo de perderte!

Qué bien tu amor manando a mediodía
una savia fresquísima y amada!
Qué bien despedazando la agonía
y poniendo esperanzas en la almohada!

Qué bien que esté allá lejos, madurando
como un durazno blando de ternura!
Qué bien cuando está cerca, despuntando

como un trozo de Dios, de la amargura.
Qué bien en la mañana, despertando
como un Resucitado de ternura...!



DESVESTIDO

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas...
y -por sentirse blanca y alumbrada-
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y -hablando de un amor vago, inconexo-

Porque si y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche,
la noche pequeñita de tu sexo.


jueves, 6 de noviembre de 2008

Efialtes, el demonio de las pesadillas

Al despertar, lo primero que se me vino a la mente fue uno de los ensayos de Borges que comprenden el libro Siete noches, el segundo: “La pesadilla”, donde aborda la experiencia onírica. Retomo algunos párrafos:

“del asombroso, extraño arte de soñar... si pensamos que el sueño es una obra de ficción (yo creo que lo es), posiblemente sigamos fabulando en el momento de despertarnos y cuando, después, los contamos....”

Borges narra que en una de sus pesadillas se encuentra con un amigo, al que ve muy alicaído, triste, y aprovecha para explicar cuán complicado puede ser el proceso mental que genera un sueño:

“«Pero, mi pobre fulano, ¿qué te ha pasado? ¡Qué cambiado estás!» Me respondió: «Sí que estoy muy cambiado». Lentamente fue sacando la mano. Pude ver que era la garra de un pájaro… Lo extraño es que desde el principio el hombre tenía la mano escondida. Sin saberlo, yo había preparado esa invención: que el hombre tuviera una garra de pájaro y que viera lo terrible del cambio, lo terrible de su desdicha ya que estaba convirtiéndose en pájaro.”

Está de más decir tuve un sueño peculiar, mucho más que aquellos en los que me he visto como artillero de la Armada Invencible, como oficial austriaco en las guerras napoleónicas o como guardia del presidente Juárez en plena huida ante la llegada de las tropas de la intervención francesa, (puro perdedor, si ésas son imágenes de mis vidas pasadas, definitivamente en ésta me tocó una vida sabática).

No intentaré transcribir los sentimientos de mi sueño, solo describiré el tema: Me encarcelaban por arrancar hojas de un libro de la biblioteca, y a pesar de haber sido condenado a dos días de prisión, llevaba más de cinco en esa celda sin cama para mí, entre ratas y alacranes peludos. Curiosamente (detalle del que me percaté mucho después de despertar) uno de los internos de la celda poseía muchos libros y me invitaba a leer los que quisiera… aún sabiendo que estaba preso por atentar contra UN libro.

Hay varias cosas extrañas en mi sueño: en mi vida he pisado una cárcel, ni siquiera como visitante, y no me he parado en una biblioteca en los últimos cinco años. Pero, sobre todo, en mi vida se me hubiera ocurrido cometer tal atrocidad (quizá me hubiera robado un libro completo, pero ésa es otra historia). Y a pesar de que he dedicado varios años de mi vida al proceso de editar libros, a los que considero más que simples objetos, nunca desarrollé el fetichismo que muchos padecen cuando de libros se trata (quizá porque leí a tiempo “Auto de fe”, de Elias Canetti).

Curioso es el mundo de los sueños, lo bueno es que aproveché para releer y volver a disfrutar a Borges.