De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

martes, 31 de marzo de 2009

Manías de escritor

El siguiente texto es la introducción que escribió la esposa de Fredric Brown, notable escritor de ciencia ficción, a la antología póstuma de cuentos de su marido, Paradoja perdida.


Sé que muchos nos sentimos reflejados en estas líneas.


"Fred odiaba escribir. Pero adoraba haber escrito. Hacía todo lo que se le ocurría para postergar el momento de sentarse ante la máquina de escribir: le quitaba el polvo al escritorio, toca­ba la flauta, leía un rato, tocaba un poco más la flauta. Si vi­víamos en un pueblo en el que la correspondencia no se re­partía, iba a buscarla al correo y después encontraba a alguien con quien jugar una —o dos o tres— partidas de ajedrez o de naipes. Cuando regresaba a casa, pensaba que era demasiado tarde para empezar. Después de hacer lo mismo durante varios días, empezaba a remorderle la conciencia y se sentaba real­mente ante la máquina de escribir. Podía escribir una o dos líneas, o algunas páginas. Pero los libros acababan por escri­birse.
"No fue un escritor prolífico. Su promedio diario era de tres páginas. A veces, si un libro parecía escribirse a sí mismo, es­cribía seis o siete páginas diarias, pero eso era algo excep­cional.
"Fred caminaba de una habitación a otra cuando urdía el ar­gumento. Puesto que los dos estábamos en casa buena parte del tiempo, tuvimos el problema de que yo le hablaba mientras caminaba, y así interrumpía el hilo de sus pensamientos. No le gustaba. Después de probar varias soluciones que no dieron resultado, le aconsejé que se pusiera su gorra de algodón rojo cuando no quisiera ser molestado. Poco después, le miraba au­tomáticamente la cabeza antes de abrir la boca.
"Después de terminar un libro, generalmente hacíamos un viaje y el tiempo de nuestra estancia dependía de nuestras circunstancias.
"Llegaba un momento en que Fred se atascaba cuando ima­ginaba un argumento. A pesar de sus caminatas, no llegaba a ningún sitio. Recuerdo que cuando escribía uno de sus prime­ros libros le ocurrió algo semejante y pensó que tal vez un via­je, por la noche y en autobús, podría ayudarle. No era persona que se acostara temprano y pensó que después de que apaga­ran las luces del autobús y todo estuviera en silencio, quizá podría concentrarse mejor. Se llevó un lápiz linterna y un bloc. Estuvo fuera unos días y cuando regresó, había resuelto el ar­gumento.
"Hizo muchos más viajes de ese tipo. Y yo siempre adivina­ba cuándo estaba a punto de declarar que se iba. No siempre había resuelto el argumento cuando volvía a casa pero, en tal caso, había resuelto el argumento para su libro siguiente.
"La gran decisión de la carrera de Fred fue dejar su trabajo de corrección de pruebas para dedicarse totalmente a escribir. Pero su momento más feliz y estimulante fue cuando ganó el Premio Edgar Allan Poe para Escritores de Obras de Misterio de Estados Unidos por el mejor libro de misterio, con su The Fabulous Clipjoint; nunca volvió a sentir lo mismo por ninguna de las obras que escribió desde entonces. Fue su nacimiento como novelista. Es natural que algunos de sus libros le gusta­ran más que otros, pero The Fabulous Clipjoint fue el primogé­nito y siempre tuvo debilidad por él.
"Hasta que tuvo varias obras publicadas, siguió escribiendo cuentos entre una y otra a fin de tener un soporte en el que apoyarse durante el tiempo que llevaba escribir un libro. Más tarde escribía un cuento o un corto bosquejo literario sólo cuan­do tenía uno que sabía debía escribir.
"Durante muchos años había deseado escribir The Office, pero sería un nuevo campo para él pues se trataría de una novela pura. Sabía que sus obras de misterio y ciencia ficción se ven­dían, pero ignoraba qué ocurriría con una novela pura de al­guien nuevo en ese campo. Todavía no podía permitirse el lujo de escribir una obra que tal vez no se vendiera. Pero finalmen­te la escribió. Y se vendió.
"Durante un tiempo intentó escribir para la televisión, pero llegó a la conclusión de que no era para él y volvió a escribir libros. Ha publicado algunos cientos de cuentos y veintiocho no­velas; ésta es su octava colección. Aunque todas las obras de Fred me han gustado, mi prefe­rida de siempre es The Screaming Mimi. Otras que me agradan especialmente son Here Comes a Candie, The Lenient Beast, The Far Cry, His Name Was Death y Night of the Jabberwock.
"No soy realmente admiradora de la ciencia ficción porque, en mi opinión, la mayoría de las novelas de ciencia ficción son demasiado técnicas. Pero las de Fred me resultaron muy ame­nas. En este grupo, mis preferidas son The Lights in the Sky Are Stars y The Mind Thing. What Mad Universe es casi un clá­sico y una de mis favoritas.
"Para mí, sus colecciones son deliciosas. Siento especial afec­to por ésta porque se trata de su último trabajo concluido. Y como es su despedida de los lectores, espero que también les guste."

Elizabeth Brown

Tomado de BROWN, Fredric: Paradoja perdida. Súper ficción Roca No. 59. Edit. Martínez Roca, Barcelona, 1981. pp. 7-9.



viernes, 27 de marzo de 2009

Fantaseando; necesito $ 10,000 usd
se reciben donativos

¿tanto dinero? ¿tanto dinero en realidad es mucho dinero?
Es lo que, en un cálculo apresurado, resulto ser lo necesario para transformar mi pequeña papelería en una editorial independiente. Es lo necesario para regresar a hacer lo que de veras sí sé hacer bien.

Porque si hay algo para lo que me considero competente es para editar libros: ese proceso que va desde perseguir al autor para que entregue su manuscrito, revisarlo, trabajarlo con el autor, fijar criterios editoriales, prepararlo para captura, cotejar y revisar galeras, diseñar el volumen, elaboración del dummie de formación, del dummie de impresión, formación y revisión de formación, hasta el momento de entregarlo al impresor. Mi último trabajo consistió en coordinar la publicación de una colección de libros de historia que se quedó en la fuente de los buenos deseos por un recorte presupuestal.
Incluso, tengo en mi haber un libro «limpiecito» al que, hasta donde sé, nadie ha encontrado un error. Y eso porque con los años desarrollé cierto sexto sentido que me avisaba que había que revisar una y otra vez algún párrafo hasta dar con una errata… claro que también cargo sobre mis hombros errores memorables, como un «ha» de «haber» sin «h»... en la segunda línea del primer párrafo del artículo principal de una revista.
(y antes de que alguien confronte lo anterior con mis textos tan deficientes y se pregunte si no estoy
«blofeando», debo decir que no trato a mis textitos con el rigor que le daría a un material publicable, y es que, además, esto de ser escribidor es un fenómeno relativamente nuevo para mí. Puedo ser implacable como corrector de estilo y ortotipográfico, pero eso me condicionó a trabajar sobre textos que ya existían. La «hoja en blanco» representa un doble esfuerzo para mí. Y eso que a diario aprendo cosas nuevas, Internet permite la actualización de una manera inimaginable antes.)
Como todo en la vida, el haber llegado al mundo de las imprentas y las editoriales fue algo muy fortuito, y después de tantos años creo que ya puedo narrarlo. Resulta que ingresé, más por las pestañas de una camarada que por vocación, a una organización política semiclandestina que, entre sus principios, estaba el de ofrecer a la clase obrera la mejor calidad en la propaganda: en vez de los volantes mimeografiados y casi ilegibles que eran la norma en aquella época, se elaboraban materiales sumamente cuidados en todos sus aspectos: redacción, presentación e impresión.
Por tener una ortografía decente y cierta facilidad para esto de la escribidera fui rápidamente reclutado para trabajar directamente con el Comité Central, de modo que aprendí un mundo de cosas, desde la forma de poner los conceptos de «plusvalía» y «explotación» en términos que pudiera comprender un obrero promedio hasta entenderme con los impresores para que salieran a la luz los boletines, periódicos y libros que alimentaban las células y los círculos de estudio.
Era un momento interesante, la transición entre los procesos de impresión en caliente a los primeros procesos electrónicos. Las modernas máquinas IBM composer, con la increíble memoria de 8 kb, entraban al mundo de los linotipos, prensas planas y correctores viejitos capaces de darle santo y seña a cualquier académico en cuestiones del idioma, en esas imprentas ruidosas llenas olor a tinta y grasa manejadas por maestros prensistas que llevaban tinta en las venas, le echaban maicena a las máquinas cuando hacía falta y trabajan bajo el infaltable póster de encueradas junto a las mesas de luz donde los formadores se encargaban de revisar y retocar los negativos para el offset.
Aprendí con ellos el lenguaje tan peculiar y especializado: el ámbito de las viudas, huérfanos, callejones, escaleras, ríos, falsas, folios, corondeles, llamadas, colofones, cajas, textos a bando, textos en piña, filetes, plecas, topos, versalitas, bastardillas, camisas, etc.
La consecuencia de todo esto es que adquirí una capacitación completa que me sacó de más de un apuro económico, permitiéndome trabajar de capturista, corrector, y hasta editor de libros y revistas, casi siempre de difusión científica antropológica e histórica, con ocasionales incursiones en otros géneros, como, ay, revistas de crónicas sociales, jeje. Y también formé dos equipos de trabajo, bastante eficientes, por cierto.
Decía arriba que estaba a cargo de la edición de una ambiciosa colección de libros de historia legislativa. El primer volumen ya estaba listo, con todo y sus índices, cuando de un día para otro un cambio de gobierno y su consecuente recorte de los proyectos del anterior me dejó desempleado y desilusionado.
Ahora, tras ocho años de dedicarme a mi negocito, me encuentro cada día añorando más aquellos tiempos, tanto que hasta estoy haciendo números serios para montar mi pequeña editorial y aprovechar las nuevas tecnologías.
Y, para redondear el sueño, pues ya tengo en mente cuál sería el primer título a publicar…
Se reciben donativos.

martes, 24 de marzo de 2009

el sentido de la vida
segundo cuento semi zen

El Novato decidió buscar por cuenta propia la verdad sobre el sentido de la vida.

En Google tecleó «sentido de la vida». «La vida no tiene sentido, hay que dárselo», leyó en el primer resultado. Decidió que era una frase que convenía meditar.

Conmovido ante tanta ingenuidad, Dios le concedió un momento de Su Tiempo, del Tiempo de Dios.*

Esa noche, el Novato soñó que acompañaba a Dios en una cacería por el bosque. «¿Habrá algo más absurdo?» pensaba el Novato en su sueño, «¿que el Creador atentando contra su propia obra?, ¿para qué cazarlas, si todas las criaturas acudirían a su llamado? »

Y Dios, satisfecho de que el libre albedrío fuera vigente aún en el mundo onírico, concedió al Novato otra gracia: la de recordar, al despertar, que «una respuesta no tiene sentido, si la pregunta no está bien hecha».**


NOTAS
* el concepto el tiempo de Dios» está tomado del cuento Mohawk, de Howard Fast.

** La frase está tomada de “La mano izquierda de la oscuridad”, de Úrsula K. Le Guin.

lunes, 23 de marzo de 2009

El Rincón se une al homenaje...

por el décimo aniversario luctuoso de Jaime Sabines


¡Que risueño contacto!

¡Qué risueño contacto el de tus ojos,
ligeros como palomas asustadas a la orilla
del agua!
!Qué rápido contacto el de tus ojos
con mi mirada!

¿Quién eres tú? !Qué importa!
A pesar de ti misma,
hay en tus ojos una breve palabra
enigmática.
No quiero saberla. Me gustas
mirándome de lado, escondida, asustada.
Así puedo pensar que huyes de algo,
de mí o de ti, de nada,
de esas tentaciones que dicen que persiguen
a la mujer casada.

Jaime Sabines

viernes, 20 de marzo de 2009

If I had a Hammer

Relax musical
:)


If I Had a Hammer - The Five Blind Boys of Alabama

Añoranza

Sólo tus flores
se ausentaron siempre
de mi florero

basado en Little Broken, de Jaderoses
http://www.predicado.com/articulo.php?id=247302

y yo me pregunto...

Si el olfato es el sentido que despierta los recuerdos y las emociones más vívidas e intensas... ¿por qué será que nos impulsan a vivir en un mundo cada vez más deodorizado?
Evitamos los olores de nuestros cuerpos, de nuestras casas, y en su lugar compramos aromatizadores y desodorantes... ¿Será un "compló" para que uniformemos nuestras emociones?

miércoles, 11 de marzo de 2009

cuento semi zen

Estaba un sabihondo presumiendo sus conocimientos ante sus discípulos.

A todos ellos les preguntaba: "si naufragaras en una isla desierta, y sólo pudieras conservar uno, ¿cuál sería EL LIBRO que escogerías?"

Y destrozaba con críticas feroces las obras elegidas, señalando todos y cada uno de sus errores y deméritos.

Los discípulos quedaban deslumbrados por la sabiduría del maestro.

"Yo llevaría un cuaderno para escribir", dijo el novato y se alejó.

Pasos en la azotea

siento "ñáñaras"
anda la hormiguita
sobre mi nuca

viernes, 6 de marzo de 2009

Optimismo

cola inquieta
del perrito sin dueño
que busca hogar

miércoles, 4 de marzo de 2009

Robando cocos--- (continuación de "Cuatomates")

No resistí la tentación de comer más de los cuatomates que encontré, (Vea la entrada anterior: "Cuatomates") pero los mejores racimos están fuera de mi alcance. Entre el poste que sostiene la malla ciclónica y la pared apenas queda una rendija por la que sólo cabe mi mano.
. Como me sentiría muy ridículo (como en aquel corto de Laurel y Hardy en que tratan de sacar una moneda de una alcantarilla... ¿por qué ya no los programan en ningún canal?) metiendo un alambre para jalar la planta (además de que no es mi intención lastimarla), sólo me queda el recurso de brincar la cerca... cosa que no he hecho desde hace tantos años que mejor no los cuento para no deprimirme.
. Esto viene a cuento porque al imaginarme haciendo desfiguros arriba del endeble enmallado (eso sin pensar en una posible caída al entrar o al salir) recordé algunas de las locuras que cometía en mis tiempos de preparatoriano despreocupado e imprudente, cuando me la pasaba haciendo todas esas cosas que ahora le digo a mi hija que no se deben hacer... como salirse de "pinta" de la escuela.
. Pues no están ustedes para saberlo, pero yo sí para contarlo, que una de tantas veces que preferimos salir a correr aventuras en vez de tomar las clases, íbamos la pandilla de los cuatro mocosos de siempre, ¡y que se nos atraviesa una huerta de cocos con la reja abierta!, ¡y sin guardián a la vista! No tardamos en dar con una prometedora palmera: baja (de unos cinco o seis metros de alto) y cargadísima de cocos ya maduros.
. Decidimos que la mejor manera de alcanzarlos era que yo (el más delgado de los cuatro) me subiría sobre los hombros de dos de los amigos y así alcanzar la altura suficiente para poder abrazar el tronco y empezar a trepar. Justo estaba empezando la maniobra cuando apareció el huertero, enojadísimo y machete en mano gritando todas las groserías veracruzanas del repertorio (en México los veracruzanos tenemos fama de mal hablados).
. Del susto los dos sobre los que me apoyaba salieron corriendo, dejándome literalmente colgado de la brocha. Caí sentado, con apenas el tiempo suficiente para verificar que no tenía ningúna lesión aparente antes de emprender la huida, y sin ningún coco, por cierto.
. ¿El resultado?, como a los seis meses, al estar sentado frente al restirador por varias horas haciendo las tareas de dibujo técnico, comencé a sufrir de una molesta sensación en la espalda: una vértebra dorsal desviada, producto de aquella caída y que requirió algún tiempo de terapia para volverla a acomodar en su lugar, además de un regaño supremo cuando tuve que confesar a mis padres el origen de la lesión.
. ¿Valdrá la pena correr otra vez ese riesgo por unos ricos cuatomates?... lo pensaré.

Cuatomates


En la mañana, ya para llegar a mi negocito, reparé en una mata silvestre en el terreno baldío que hay a un lado.
. Y sí, ahí entre malas yerbas y basura, estaba una graaaaan planta de cuatomates, o sea jitomate silvestre, pequeños (del tamaño de una uva) maduros y dulcísimos.

Y acá me doy cuenta de que debo hacer un glosario, pues incluso en el norte de México no se distinguen con nombres distintos los tipos de "tomates".
. Al menos en el sur de México, el "tomate" grande, rojo o de bola se le conoce como "jitomate", mientras que la palabra "tomate" refiere al tomate verde (tomatillo, en algunas regiones, también conocido como "tomate de bolsa" o "miltomate"). Y por verde no me refiero a que no esté maduro, sino que ese es su color, adquiriendo un tono verde-dorado cuando está en su punto. Esta variedad normalmente se cuece para guisar o para elaborar salsas verdes picantes.
. También existen otras variedades de tomates rojos, más baratos y sin tanto sabor como el jitomate: los llamados "saladet", "guajillo", y los "cherry" que se emplean en alta gastronomía para decorar.

. Pero antes de que salgan a buscar cuatomates silvestres, una advertencia: si son negros !evítenlos a toda costa!, pues estarán frente a un "xaltomate" usados en brujería...
. Le agradecí a la mata el ramito que corté. Y como compensación, le regalé dos cubetas de agua.


lea la continuación en Robando cocos
.