De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

martes, 31 de mayo de 2011

Todo acto es de naturaleza única

(Vitrina del "Museo del Jade, San José de Costa Rica)

(Tomado de la libreta de apuntes de un estudiante de arqueología, cátedra:
"Métodos y técnicas de la excavación arqueológica")

...e irrepetible, por eso siempre debe recordarse que al intervenir un contexto, impresión pasada por alto se perderá irremediablemente.
Concentrarse y prestar atención plena en nuestra labor evitará que la prisa, la distracción o la simple desidia nos priven de la posibilidad de recrear los aspectos más valiosos, o, peor aún, que por indolencia dañemos nuestra materia de trabajo.


Hay que enfatizar en dos de los conceptos anteriores: "intervenir" y "contexto". El primero refiere a un accionar dirigido, que aunque esté guiado por una intención predeterminada posee la versatilidad para adecuar sus metas a las especificidades de cada situación.
"Contexto" nos remite a no perder de vista que operamos sobre una totalidad interconectada, y que alterar el estado original de cualquier parte repercutirá de formas a veces impensables en el resto del sistema del que forma parte.
Así, cuando hablamos de "intervención" estamos diferenciando nuestro proceder de un accionar burdo e inmediatista cuya única finalidad se limita a obtener una recompensa rápida y furtiva. "Contexto" implica que nos aproximemos con disposición holista, apreciando en su totalidad el despliegue de las posibilidades de los componentes más recónditos sin omitir ninguno, a fin de que lo evidente no restrinja la necesidad de atender al conjunto en su totalidad.

Lo anterior se resume en el refrán: "bailar al son que nos toquen", no podemos ni debemos imponer nuestro criterio y voluntad; al contrario: tenemos que asumirnos como un instrumento destinado a aflorar tesoros que esperan pacientemente ser descubiertos.

De ahí que sea tan importante el trabajo previo, gracias al cual se pueden anticipar situaciones problemáticas, porque aun contando con mucha experiencia siempre se es nuevo ante cada situación. Como generalidades podemos afirmar que para alcanzar los elementos más interesantes y ricos deberemos retirar con sumo cuidado capa tras capa hasta dejar al descubierto el área donde queramos profundizar.
Aquí es primordial resaltar que es imprescindible alejarse de la concepción tradicional que concibe a los estratos superiores como hechos aislados e independientes. Encontramos, al contrario, que frecuentemente las capas, y sobre todo las que están en contacto directo con las zonas de interés, son intencionales y funcionan estructuralmente con ellas, de forma que son necesarias para que elemento principal no resulte impensable o irrelevante. Incluso se han reportado muchísimos casos en que la capa y el elemento cubierto funcionan como una unidad, cuando aquélla brinda protección y soporte, además de aportarle belleza adicional resaltando sus atributos principales.
Se sabe incluso de casos donde retirar la capa implicaría perder gran parte del significado total, por lo que debió sondearse en condiciones de suma dificultad, pero con un máximo de rendimiento.

Dejando de lado estas peculiaridades, una vez alcanzada el nivel deseado, se deberá proceder con la máxima prudencia a fin de exponer la plenitud de elementos constitutivos.
El acercamiento final deberá abordarse con calma y delicadeza. Es preciso recurrir al máximo de pericia para manipular sin lastimar las pequeñas estructuras que vayan emergiendo. Se recomienda recurrir a técnicas cada vez más sutiles, prescindiendo de aquellas formas de manipulación que resulten muy burdas y potencialmente dañinas en esta etapa.

Será indispensable estar atento a responder a cualesquiera cambios de color, textura, humedad y temperatura que se vayan detectando. De especial interés resulta el registro de los puntos de contacto entre superficies de texturas distintas los cuales guiarán ineludiblemente a zonas donde se obtenga el máximo de información que, a su vez retroalimente nuestro acercamiento para enriquecerlo.
Es aconsejable en esta etapa confiar menos en la información visual que en las impresiones táctiles, las cuales advertirán con suficiente precisión la existencia de zonas de resistencia o tensión que deban ser trabajadas con aún mayor delicadeza. Incluso hay que estar al pendiente de atender las diferentes cualidades de los sonidos que causemos, confiando especialmente en que al obtener resonancias se está logrando un buen desempeño.

En la próxima sesión se tratarán otro tipo de aspectos correlacionados e inseparables. En particular, hablaremos de las cualidades físicas que hay que tener para lograr un tratamiento efectivo, y de ciertas formas en que....

lunes, 30 de mayo de 2011

nocturno

Pasan silbando
por la calle lo buscan
perro perdido

lunes, 23 de mayo de 2011

Las orejas de Natalie Portman



Veía hace poco por la televisión un programa sobre cazadores de nazis donde aseguraban que la parte del rostro que cambia menos con la edad, y además es inconfundible de persona a persona, son las orejas. Esa técnica permitió asegurar el arresto de Adolf Eichmann y otros criminales de guerra escondidos bajo falsas identidades en Argentina y Brasil. Y se veían fotografías de los agentes israelitas armados de telefotos parándose de pestañas para retratar a escondidas las orejas de los sospechosos a fin de compararlas con los gráficos de archivos.

Esto viene a cuento porque, como ya he mencionado en alguna entrada anterior, padezco un grado más o menos severo de “ceguera del rostro” (“Prosopagnosia” es el término académico). El asunto me ha ocasionado más de un bochorno por pasar de lado sin saludar a algún conocido o peor, no reconocer a quien me saluda y estar buscando como loco indicios en la conversación que me permita saber con quién estoy hablando. Como eso no siempre sucede, ya me ha pasado que más de uno pregunte entre molesto, enojado y a veces divertido: “no te acuerdas de mí, ¿verdad?” a lo que sólo me queda contestar con un sincero: “la verdad, no”, pues ya aprendí que pretender lo contrario provoca más problemas.

Para colmo de males, sólo la gente con la que mantengo contacto cotidiano es a quien identifico con facilidad, así que ni vecinos ni parientes ni excompañeros de trabajo están a salvo de que les haga alguna patanada (curiosamente, en mis sueños nunca me pasa… creo).

Con el tiempo, me he ido haciendo de algunas técnicas que me saquen del apuro, por ejemplo, soy estupendo reconociendo voces, y quizá por eso me emociona tanto escuchar las voces reales de la gente con quien he ido trabando buenas amistades por Internet.

Es necesario aceptar también (iba a escribir “reconocer”, pero chocaría con el tema de la entrada, ¿no?), que gracias a esto me he evitado varios disgustos. Diálogos como éste no son infrecuentes entre mi esposa y yo:

--No reconociste al buey ése, ¿verdad? --me pregunta a veces.
--Ni idea, ¿quién es?
--Pues el jijo que tal y tal y tal…

O bien me quedo con la impresión el fulano con el que me tope en la calle entra dentro de alguna categoría de alimaña, pero no estar seguro por el pequeño detalle de no saber quién coños es (la palabrota es la que uso cotidianamente en mi diálogo interno cada vez que me entra una duda sobre la identidad de alguien).

Mi situación se complica porque tanto mi esposa como mi hija son estupendas fisonomistas. Imagínense que tan lejos estoy de reconocer al actor que personifica a Voldermot sin maquillaje y con la nariz completa… y eso les da pie para echarle sal a la herida de mi discapacidad cada con cada película.

--A que no sabes quién es esa actriz
--****
--Pues la que salió interpretando a X en la película tal, y a Y en tal otra peli, etc...

No niego que muchas veces me quedo con la duda de si me están tomando el pelo o no. De cualquier forma, ayer que estábamos viendo “Thor”, pasada más de media película algo me hizo preguntarle a Elizabeth: “la protagonista, ¿es Natalie Portman?”.

Y es que descubrí que la técnica de las orejas sí es efectiva… siempre y cuando algo me haya hecho fijarme previamente en ellas. Que fue el caso con Natalie Portman, de quien reparé en sus orejas a partir de que personificara a la reina Amidala en la saga de “La guerra de las galaxias. Tenía curiosidad de saber por qué en casi todas las escenas sale con peinados que le cubren las orejas y me preguntaba si las tendría muy feas. Resultó que tienen una forma muy peculiar, muy afiladas hacia abajo y casi sin lóbulo...



Así que de ahora en adelante trataré de disimular el estar buscando rasgos distintivos en las orejas de mis conocidos, y ruego a mis ciberamigos sean tolerantes si alguna vez se topan conmigo, pues una foto o un avatar desorejado no me ayudará a reconocerlos.

sábado, 14 de mayo de 2011

Hoja en blanco,
el haiku no florece.
Musas ausentes.

Mi musa se fue nuevamente a recorrer el mundo sin dejar agendado su regreso. Y esta vez no me dejó ni siquiera un vale, como la penúltima ocasión que anduvo de gira. Ahora sólo hubo una frase: "atiende la vida tranquila".

Y como me sigo resistiendo a fusilarme a mí mismo reciclando textos ya publicados en otros lados, a eso me he dedicado estas últimas semanas que he pasado sin escribir ni un tercetito. Observo sin juzgar, sin pretender describir ni obligarme a escribir sobre lo que presencio.

Así que he reencontrado algunas viejas pasiones. El teatro, por ejemplo. Y no es porque alguna vez hubiera actuado en serio: mi experiencia en los escenarios no va más allá de haber participado en una obra infantil en la que daba vida a un guiñol de un campesino revoltoso contra su rey. Fue una experiencia gratificante durante la temporada de doce representaciones, alguna vez estaba esperando que el muñequito empezara a decir su parlamento él solo...

Algo se me quedó de lo que aprendí sobre el manejo de los muñecos, y sobre hacerles historias. Todos los juguetes que llegan a la casa reciben su nombre, y según la personalidad que traigan se integran en las aventuras de los que llegaron antes. El más reciente fue precisamente un peluche guiñol, el "Greasly", a quien les presento el siguiente video: