De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

martes, 25 de febrero de 2014



Al parecer, el vicio de citar sin ton ni son (o aún de inventarse las citas) no es una moda de Internet. Este texto fue escrito en la tercera década del siglo XIX:
«[...] la costumbre de citar viejos y nuevos libros es la diversión principal del autor joven, y es así que un par de citas profundas y eruditas son el adorno de todo hombre ... Conozco, además, el artificio de esos grandes genios que saben entresacarse las pasas de los bollos y las citas de los cuadernos del colegio ... soy un hombre bien situado, consumo al año mis diez mil citas; sí, hasta he descubierto la forma de dar citas falsas como si fueran auténticas [...]»


HEINE, Heinrich: "A Avelina", en Los dioses en el exilio,
Barcelona, Bruguera, 1984, pp. 104-105.

miércoles, 12 de febrero de 2014

«Ver que tu vida es una historia mientras estás ahí en medio viviéndola puede ayudarte a vivirla bien. Sin embargo, no conviene creer que sabes cómo te irá, o cómo acabará. Eso sólo debe saberse cuando ha terminado.
E incluso cuando ha terminado, incluso cuando se trata de la vida de otra persona, de alguien que vivió hace cien años y cuya historia he oído una y otra vez, mientras la oigo espero y temo como si no supiera cómo va a terminar; por eso vivo la historia y la historia vive en mí. Es la mejor manera que conozco de tratar con la muerte. Las historias son aquello a lo que la muerte cree que pone un final. No puede comprender que son las historias las que le ponen un final a ella, aunque no acaben con ella.»

Le Guin, Úrsula K.: Dones,
Barcelona, Minotauro, 2006, p. 10.

lunes, 10 de febrero de 2014

Haiku frustrado.
Me distraen los reflejos
en el bolígrafo.

miércoles, 5 de febrero de 2014



«Cada día parecía calcado del anterior. Dentro de mí, el tiempo no transcurría como una línea continua. Había perdido por completo el sentido de que algo proseguía, crecía y se formaba, el sentido de las cosas cambiaban. Para mí, la vida era una simple sucesión de instantes. Sin futuro, sin perspectiva alguna abriéndose ante mí. Y el pasado estaba sembrado de recuerdos que, sólo tocarlos, me hacían sangrar. Los tocaba, vertiendo sangre. ¿Acabaría aquella sangre derramada coagulándose y formando una costra dura? ¿Llegaría, tal vez, un momento en que, al recordar lo que había vivido junto a Aki, dejara de sentir algo?»


Katayama, Kyoshi: Un grito de amor desde el centro del mundo,
México, Alfaguara, 2009, pp. 162-163.

martes, 4 de febrero de 2014



«Nuestros actos cotidianos son en realidad la arpillera que oculta la tela laminada de oro, el significado del diseño. Por medio del arte logramos una feliz transacción con todo lo que nos hiere o vence en la vida cotidiana, no para escapar al destino, como trata de hacerlo el hombre ordinario, sino para cumplirlo en todas sus posibilidades, las imaginarias*.»


Durrell, Lawrence, Justine 
(El cuarteto de Alejandría), México, Hermes, 1976, p. 15.

(* subrayado mío)