De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

viernes, 27 de febrero de 2015

Epifanía, Úrsula K. Le Guin



«¿Oíste?

La señora Le Guin ha encontrado a Dios.

Sí, pero encontró al equivocado.
Absolutamente típico.

Mira, allí van juntos.
¡Piedad! ¡Es una mujer de color!

, es una de esas relaciones.
La llaman Mama Linga.

¿Por qué Jesús usa siempre un trapo?

No sé; preguntale a su madre.»


Bellessi, Diana y Úrsula K. Le Guin: "Días de Seda: 4: Epifanía" 
en Gemelas del sueño The Twins, the Dream (ed. bilingüe),
Norma, Bogotá, 1998, p. 167.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Madame Zilensky y el rey de Finlandia, Carson McCullers



« […] Y lentamente, al filo de la medianoche, llegó a comprendelo mejor. La razón de las mentiras de madame Zilensky era penosa y simple. Durante toda su vida, madame Zilensky había estado trabajando: en el piano, enseñando, y escribiendo aquellas doce hermosas e inmensas sinfonías. Día y noche se había afanado, luchando y colocando su alma en el trabajo y apenas quedaba nada de sí misma para otra cosa. Como ser humano, sufría de esta carencia y hacía lo que podía para subsanarla. Si se pasaba la noche inclinada sobre una mesa de trabajo de la biblioteca y luego afirmaba que había estado jugando a las cartas, era como si hubiese conseguido hacer ambas cosas. Por medio de las mentiras vivía lo que experimentaban los demás. Las mentiras duplicaban los momentos de su existencia que quedaban libres del trabajo y alargaban el pequeño harapo que era su vida personal.»


McCullers, Carson: “Madame Zilensky y el rey de Finlandia”,
en La balada del café triste, Barcelona,
Bruguera (Libro amigo 150), 1982, p. 137.

martes, 24 de febrero de 2015

ok, no. no cuadra la métrica para que esto sea un haiku

domingo, 22 de febrero de 2015

La balada del café triste, Carson McCullers



«Eran muchas las conversaciones que la señorita Amelia y el primo Lymon mantenían en la habitación de arriba, generalmente a primeras horas de la madrugada, cuando el jorobado no podía dormir. Por regla general la señorita Amelia era una mujer silenciosa y no solía irse de la lengua cada vez que algo le pasaba por la cabeza. Habia ciertos temas de conversación, sin embargo con los que disfrutaba. Todos ellos tenían un punto en común: eran interminables. Le gustaba analizar esos problemas que son insolubles por más que se especule sobre ellos durante decenios. Por otra parte, el primo Lymon disfrutaba hablando de cualquier cosa, porque era un gran charlatán. Ambos enfocaban la conversación de manera totalmente distinta. La señorita Amelia se mantenía siempre en las amplias generalidades del tema, divagando interminablemente con voz baja y pensativa y sin llegar a ninguna conclusión, mientras que el primo Lymon de pronto la interrumpía para agarrarse, como una urraca, a algún detalle que, aunque no tuviera importancia, por lo menos  era algo concreto y que tenía que ver con una faceta práctica de la vida cotidiana.»


McCullers, Carson: La balada del café triste,
Barcelona, Bruguera (Libro amigo 150), 1982, p. 50.

lunes, 16 de febrero de 2015

El elegido de los dioses, Leopold Infeld



Infeld, Leopold: El elegido de los dioses, México, Siglo XXI editores, 1978.

París, Francia, 30 de mayo de 1832. Toda la noche, Evariste Galois, un joven de sólo veinte años de edad escribe febrilmente. Sabe bien que tiene pocas posibilidades de sobrevivir al duelo a espada que sostendrá al día siguiente con un policía encubierto después de una intriga destinada a quitar de en medio a este joven republicano y revolucionario.
Efectivamente, queda herido y muere de peritonitis al día siguiente. Los papeles que escribió durante su última noche culminan su obra, conocida actualmente como Teoría de Galois, tan avanzada que los matemáticos sólo la comprenderán completamente después de sesenta años.
En El elegido de los dioses, Leopold Infeld recrea la corta vida el que se ha considerado como el matemático más precoz de la historia.

Descargar en https://www.dropbox.com/s/ks5esbnj6qhlgni/El-Elegido-de-Los-Dioses-La-Historia-de-Evaristo-Galois%20Leopold%20Infeld.pdf?dl=0

Martin Eden, de Jack London



«--Mis intenciones no podían ser mejores –contestó ella--. Lo sabes muy bien, no habría sido posible que yo te amara y no me viese animada de buenos propósitos.
--Es cierto. Pero, si yo te hubiese hecho caso, esos buenos propósitos habrían acabado conmigo. […] Habrías destruido mi obra y mi carrera. El realismo es algo imperativo en mi naturaleza y el espíritu burgués lo odia, porque, en definitiva, es cobarde y se asusta de la vida. Tú llevabas a cabo toda clase esfuerzos para infundirme ese mismo temor por la vida. Me habías convertido en un hombre normal, comprimiéndome hasta ser un individuo vulgar, cuyas acciones de la vida son irreales, falsas y corrientes. […] La vulgaridad es, sin duda alguna, la base del refinamiento y de la cultura de los burgueses. Como antes decía, quisiste convertime en un hombre normal y parecido a uno de los de tu propia clase, animado por los ideales, los valores y prejuicios que le son propios. […]»


London, Jack: Martin Eden,
Barcelona, Orbis (Grandes novelas de aventuras 18), 1985 [1909], p. 209.