De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

viernes, 28 de agosto de 2009

¡Rayos!, se descompuso
el tostador de pan

(o “Breve recordatorio de que
«de la rutina a la ruina
solo hay una letra de diferencia»”)


Detesto comer sandwiches preparados con pan sin tostar.

Cada mañana pongo dos rebanadas en la tostadora para preparar el sandwichito que me servirá de tentempié en el trabajo a mediodía.

Y, hoy en la madrugada, el tostador no funcionó: mi rutina, tan estudiada, ensayada y practicada de las mañanas, no se desmoronó aunque, claro que no es lo mismo que falle un tostador de pan a que no arranque el auto cuando se tiene prisa.

Si uno es de los que tardan años en despertar, y más en viernes cuando ya se acarrean cinco días seguidos de dormir menos de seis horas por noche, es preciso seguir un guión estricto: sólo en piloto automático logra uno ejecutar en secuencia todas las cosas que vienen después de apagar el despertador hasta que la modorra comience a ceder con el desayuno y empiecen a funcionar mis cuatro neuronas.

Tras la rutina matinal, viene la de comenzar el día laboral: otra vez, una secuencia de actos que ha probado su eficacia para ahorrar tiempo: cuál aparato se enciende primero, el radio, las luces, etc., muchas de esos actos preparados previamente por la rutina de los cierres de la noche anterior.
Luego, la rutina de revisar las cuentas de correo, el blog, los diarios en línea, las páginas a las que soy asiduo, y a mediodía la rutina de comer el almuerzo ligero…

Rutinas, rutinas, rutinas.

Y yo que junto con mis hermanos criticábamos a papá por ser tan predecible…

Pensé en todo esto mientras revisaba por qué el pan no brincaba de las ranuras. Me debió angustiar el grado de mecanización de la vida cotidiana, tanto que ya dudo si salir a pasear a la ventura, sin plan definido, no se ha convertido también en una de las rutinas del fin de semana (junto con la de hacer las compras, la limpieza de la casa, etc.).

Pero me percato que hay cabida para mucha sorpresa y mucho asombro, muchos momentos para encontrar “lo sagrado que vive en todas las cosas”, ése que pueden encontrar quienes escriben haikus, … incluyendo la magia de un tostador descompuesto.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Bach visual

Para las personas que, como yo, consideren el mundo musical como algo sumamente misterioso (aunque fascinante), la tecnología nos propone vehículos para que las cosas se nos aclaren un poco.



DIÁLOGOS EN LA PREHISTORIA
(o sea, de cuando los Picapiedras eran buenos)

"--Wilma, ¿estás segura que esta crema maravillosa hará salir nuestra belleza escondida?"
"--No estoy segura, Betty. Me conformo con que oculte mi fealdad descubierta."

Diálogo en "Los Picapiedra"

jueves, 6 de agosto de 2009

Abandono

casa en sombras
detrás del guiso frío
la silla coja

miércoles, 5 de agosto de 2009

Un sapito y Los changos

¿No les pasa que hay días en que uno amanece con una canción en la cabeza?, aunque a veces la melodía aparece por asociación de ideas, o le brinca a uno como una de esas "pequeñas cosas", de las que cantaba Serrat. Y no sólo piezas musicales que han tenido relevancia en la vida, a veces son estribillos de anuncios comerciales (uno de mis favoritos es la de "estaban los tomatitos, muy contentitos, cuando llegó el verdugo, a hacerlos jugo"), o incluso canciones que uno detestó cuando estuvieron de moda.

Y cuando eso pasa, la canción se repite, se repite, se repite, sin que se encuentre el botón de "stop", como si se tuviera una comezón en las neuronas imposible de rascar.

Hoy amanecí con una canción infantil dando vueltas por mi cráneo: "Ajum dijo un día un sapito, Ajum dijo un día un sapito...", y no he podido parar de tararearla (debo parecer loco de atar, jeje),

Luis Pescetti: Un sapito


y también les pongo una similar:


lunes, 3 de agosto de 2009

En casa fomentamos el arte juvenil

LLegaron dos chavitos (recuérdese que "joven" es alguien cinco años menor que uno, así que para mí cualquier adolescente entra en la categoría de "chavito") a pedir permiso para grafitear uno de los muros de la casa.

Nos simpatizaron y aceptamos algunas de sus propuestas, (ellos, tan serios, traían un muestrario de bocetos y de trabajos que ya han hecho en otros muros). Ayer, el día acordado, llegaron temprano seis de ellos y comenzaron su labor... que les llevó todo el día.

Con todos los nervios del mundo, decidimos no interferir, y sólo salimos a ver cuando nos avisaron que habían terminado. Lo que nos encontramos fue esto:


¡Y NOS GUSTÓ!