De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

jueves, 29 de octubre de 2009

insomnio

Noche en blanco
el tic tac del reloj
arrulla la nada

lunes, 19 de octubre de 2009

Hasta parecen viejitos ...

... nos decía mamá asombrada de que a los revoltosos y rockeros de sus hijos les gustara la música de tríos y la de las grandes bandas...

miércoles, 14 de octubre de 2009

Nombres


Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es el arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'nilo'.

Jorge Luis Borges, "El gólem"




¿Por qué no habrá una palabra para designar cuando prejuzgamos a la gente por causa de su nombre de pila? Casi (nótese el "casi") todas las Claudias que conozco son frívolas. Así que cada nueva Claudia llega ya con una etiqueta que puede ser injusta, heredada por todas sus tocayas frívolas que la antecedieron.

El nombre propio es poderoso talismán que puede abrir o cerrar muchas puertas. No son pocas las culturas alrededor del mundo en las cuales se ocultan los nombres verdaderos, pues se cree que si alguien lo descubre puede controlar mágicamente a su poseedor, pues hasta los dioses tienen el suyo, secreto y poderoso. Los cabalistas aún buscan el título escondido de Jehová y, según los árabes, los camellos tienen esa mirada tan orgullosa porque son los únicos que conocen el último apelativo de Alá, que le fue susurrado al oído a uno de ellos por el mismísimo profeta Mahoma al considerar que ningún hombre era digno de saberlo.

A mí no me gusta mi nombre, y sé de muchísimas personas que con gusto cambiarían el suyo. Hubiera preferido algo más común porque, para mi mala suerte, soy el único en la familia con uno solo, así que ni siquiera tengo la opción de decidir cuál usar. Y es que cuando a un nombre poco usual se le añade un apellido de por sí extraño (no somos más de cincuenta Arboleyda según el último conteo) y además con esa "y griega" que quién sabe de dónde salió y obliga a deletrearlo, los disgustos por que a cada rato lo rebautizan a uno están a la orden del día.

Una de las pláticas favoritas en las reuniones familiares es compartir las anécdotas de lo que pasamos cada que hacemos una compra o trámite. En alguna práctica de campo escolar me tocó, junto con una compañera guatemalteca de apellido Aycinena, efectuar el papeleo para hospedarnos en un hotel. Cuando preguntaron que quién se registraba, automáticamente di el nombre más común de quienes nos íbamos a alojar y ella exclamó "¡a vos te pasa lo mismo que a mí!", hasta con regocijo por encontrar un compañero de cuitas. Entendí de inmediato.

Con todos esos antecedentes, a la hora de escoger cómo bautizaríamos a mi hija(o) pasamos varias semanas antes del nacimiento para encontrar dos (de niño y niña) que satisficieran varios criterios: que no estuviera repetido en las dos familias, que no sonara feo, que no fuera extraño ni inventado, que no nos recordara a nadie indeseable, que no fuera uno de esos que ocasionan prejuicios, que no estuviera en una lista de vetados (nada de "Gladys" o "Nancy"), y de preferencia corto, bonito, y en el caso de los femeninos, que no terminara en "a" para evitar la repetición de sonidos con la inicial del apellido... además de que le sentara bien, o sea que "tuviera cara de llamarse así". Afortunadamente fue niña y le gusta su nombre (también la historia de cómo lo escogimos pero no que le digan "Chabelita"), pues el pobre Mario hubiera sufrido mucho cada que le dijeran "Mario Bros".

Si bien es poco lo que se puede hacer con el nombre que nos impusieron nuestros padres, el seudónimo (me sigo resistiendo a llamarles nicks) que escogemos para navegar en la Internet sí es nuestra responsabilidad. Hay quienes tienen un nombre de usuario para cada página en la que se registran, o tienen un seudónimo para cada "personalidad" distinta que exhiben.
Otros somos bastante consistentes al usar uno solo, aunque vayamos afinándolo de acuerdo a cómo se va recibiendo. El mío surgió de una palabra que inventó la hija cuando tenía ocho y dijo, textualmente, que "no tenía por qué someterse a las reglas de los apellidos" y formó uno nuevo mezclando las primeras sílabas del materno con la terminación del paterno... y pronto fuimos conocidos entre los amigos como "la familia Jimeneyda". La "s" final la puse porque me chocaba que frecuentemente pensaran que era mujer ... ¡aunque no falta quién aún me llama "linda"!

¿Y tú?, ¿cuál es la historia de tu seudónimo?

viernes, 9 de octubre de 2009

Mini cuento en letra pequeña

Era tan mezquino que sólo le gustaban los meses enero, mayo y octubre porque al anotar las fechas usaba un único número romano.

martes, 6 de octubre de 2009

El quinto dragón *

El quinto dragón, novela con la que Paulina Aguilar ganó el premio de literatura juvenil de Editorial Norma 2009, en una novedosa propuesta que renueva algunos tópicos recurrentes en la literatura del género, al darles un enfoque innovador dentro de una historia romántica entre dos adolescentes especiales que se mueven entre su mundo cotidiano y el del mito, ambos muy bien concebidos y re-creados por la autora.


Se establece así un marco diferente para tratar la convivencia o lucha entre hombres, dragones, hombres-dragones y cazadores de dragones, retomando el que entre los hombres aparezcan ocasionalmente individuos que sean dragones debido a un lejano parentesco perdido en los tiempos del mito.** Otro acierto fue hacer que el don de hacer realidad lo que se escribe, en lugar de convertirse en una salida fácil, se aproveche para crear situaciones que incrementan y complican una trama que se sustenta en los mitos y leyendas que la autora nos regala como un mundo paralelo a donde se desarrolla la historia principal.
Paulina Aguilar logra crear un entorno creíble con una prosa ágil y muy bien lograda. Los dos protagonistas se van alternando en la narración de sus propias vivencias del mundo donde se desarrollan prácticamente como "exiliados", seres ajenos a la realidad que viven, con la que chocan tanto que incluso desean definir su pertenencia al mundo real o al mágico de las leyendas, lo que recuerda a las contradicciones internas que Lucius Shepard aborda en El cazador de jaguares.

De aventura en aventura, de desventura en desventura, Abi y Jan se van acercando cada vez más a un primer desenlace... que gracias a un golpe de mano de la autora marca un nuevo comienzo, donde distintas realidades se van alternando como las cartas de una baraja en la que la escritura es el puente que une a todas ellas, invirtiendo el papel de los mundos inventados en el papel que ya se nos presentara en El mundo de Sofía.

Como lector, gocé de manera especial la lectura de El quinto dragón; el único aspecto que me hubiera gustado encontrar es que a los personajes secundarios se les diera más amplitud, en especial la abuela y la hija del emperador, cuyas personalidades presentan bastantes facetas interesantes para desarrollar. Ojalá El quinto dragón sea el primero de una larga serie de historias que nos presente Paulina Aguilar en un futuro próximo.

* AGUILAR Gutiérrez, Paulina. El quinto dragón. México, 2009. Grupo Editorial Norma.

** Este aspecto fue tratado magistralmente por Úrsula K. Le Guin a lo largo de la saga de El mundo de Terramar, especialmente en los dos últimos libros: Tehanu y En el otro viento.

viernes, 2 de octubre de 2009

Pequeño homenaje

a Mercedes Sosa, que con su trabajo nos abrió los ojos a tantas generaciones.
con grandes deseos que supere su problema renal