De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Nombres


Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es el arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'nilo'.

Jorge Luis Borges, "El gólem"




¿Por qué no habrá una palabra para designar cuando prejuzgamos a la gente por causa de su nombre de pila? Casi (nótese el "casi") todas las Claudias que conozco son frívolas. Así que cada nueva Claudia llega ya con una etiqueta que puede ser injusta, heredada por todas sus tocayas frívolas que la antecedieron.

El nombre propio es poderoso talismán que puede abrir o cerrar muchas puertas. No son pocas las culturas alrededor del mundo en las cuales se ocultan los nombres verdaderos, pues se cree que si alguien lo descubre puede controlar mágicamente a su poseedor, pues hasta los dioses tienen el suyo, secreto y poderoso. Los cabalistas aún buscan el título escondido de Jehová y, según los árabes, los camellos tienen esa mirada tan orgullosa porque son los únicos que conocen el último apelativo de Alá, que le fue susurrado al oído a uno de ellos por el mismísimo profeta Mahoma al considerar que ningún hombre era digno de saberlo.

A mí no me gusta mi nombre, y sé de muchísimas personas que con gusto cambiarían el suyo. Hubiera preferido algo más común porque, para mi mala suerte, soy el único en la familia con uno solo, así que ni siquiera tengo la opción de decidir cuál usar. Y es que cuando a un nombre poco usual se le añade un apellido de por sí extraño (no somos más de cincuenta Arboleyda según el último conteo) y además con esa "y griega" que quién sabe de dónde salió y obliga a deletrearlo, los disgustos por que a cada rato lo rebautizan a uno están a la orden del día.

Una de las pláticas favoritas en las reuniones familiares es compartir las anécdotas de lo que pasamos cada que hacemos una compra o trámite. En alguna práctica de campo escolar me tocó, junto con una compañera guatemalteca de apellido Aycinena, efectuar el papeleo para hospedarnos en un hotel. Cuando preguntaron que quién se registraba, automáticamente di el nombre más común de quienes nos íbamos a alojar y ella exclamó "¡a vos te pasa lo mismo que a mí!", hasta con regocijo por encontrar un compañero de cuitas. Entendí de inmediato.

Con todos esos antecedentes, a la hora de escoger cómo bautizaríamos a mi hija(o) pasamos varias semanas antes del nacimiento para encontrar dos (de niño y niña) que satisficieran varios criterios: que no estuviera repetido en las dos familias, que no sonara feo, que no fuera extraño ni inventado, que no nos recordara a nadie indeseable, que no fuera uno de esos que ocasionan prejuicios, que no estuviera en una lista de vetados (nada de "Gladys" o "Nancy"), y de preferencia corto, bonito, y en el caso de los femeninos, que no terminara en "a" para evitar la repetición de sonidos con la inicial del apellido... además de que le sentara bien, o sea que "tuviera cara de llamarse así". Afortunadamente fue niña y le gusta su nombre (también la historia de cómo lo escogimos pero no que le digan "Chabelita"), pues el pobre Mario hubiera sufrido mucho cada que le dijeran "Mario Bros".

Si bien es poco lo que se puede hacer con el nombre que nos impusieron nuestros padres, el seudónimo (me sigo resistiendo a llamarles nicks) que escogemos para navegar en la Internet sí es nuestra responsabilidad. Hay quienes tienen un nombre de usuario para cada página en la que se registran, o tienen un seudónimo para cada "personalidad" distinta que exhiben.
Otros somos bastante consistentes al usar uno solo, aunque vayamos afinándolo de acuerdo a cómo se va recibiendo. El mío surgió de una palabra que inventó la hija cuando tenía ocho y dijo, textualmente, que "no tenía por qué someterse a las reglas de los apellidos" y formó uno nuevo mezclando las primeras sílabas del materno con la terminación del paterno... y pronto fuimos conocidos entre los amigos como "la familia Jimeneyda". La "s" final la puse porque me chocaba que frecuentemente pensaran que era mujer ... ¡aunque no falta quién aún me llama "linda"!

¿Y tú?, ¿cuál es la historia de tu seudónimo?

11 comentarios:

Ligia dijo...

Al principio aparecía como Livaex, las iniciales de mi nombre y apellidos, pero luego decidí poner mi nombre verdadero, Ligia. A veces me llaman Lili o Liyi...
Abrazos

Espaciolandesa dijo...

Hace tiempo solía jugar a las cartas con uno de mis compañeros de depa y apostábamos cosas como mandados o labores domésticas.

Yo casi siempre perdía y cuando ganaba me lavaba el coco con una apuesta mejor en la que me iba peor.

Y me decía "Ay mujer, eres una pequeña saltamontes".

Me gustó porque aún soy muy ingenua en algunos aspectos n_n

Betty dijo...

bueno te cuento, mi nombre verdadero es Beatriz y mi apodo Betty, igual, en un principio, cuando descubrí este mundo fantástico de los bloggs me puse "bettylalinda", no porque me crea linda( bue, los soy jajaja)sino porque en la tele estaba la novela "Betty la fea" que me encantaba, por lo tierno del personaje, entonces me puse, en honor a ese personaje y con un poco de humor bettylalinda, después con el tiempo quedó Betty, y acá estoy con ese nick.
desde uruguay, besos de una bruja buena

Lolami dijo...

Me llamo Dolores(los que me quieren bien me llaman, Loli o Lola)y de hay junto con la primera silaba de mi primer apellido, Miralles, surgió LOLAMI, que me sonaba bien, y soy consistente como tu, lo utilizo para todo, hasta para jugar a la vídeo consola,jejeje.
Gracias por animarme con mi lucha de dejar de fumar.

Un abrazo.

Zarela Pacheco Abarca dijo...

Simplemente me llamo así, es mi segundo nombre. Mis padres y amigos les gustaba llamarme por ese, y así quede en familia. En el trabajo y en el colegio pues me laman or el primero. Noto, que con el segundo soy más receptiva y cariñosa, por eso lo uso.
Zarela es hebreo, y significa "La ayuda de Dios"...por eso me gusta aun más. Pero a lo largo de mi vida me han llamado "solera", "salera", "yarela", inclusive me han llegado a decir "mortadela"....jajajaja.
Un cariñoso saludo y un abrazo para ti y tu familia.

Iván dijo...

Interesante post para reflexionar.
Muy bueno

Marisol Cragg de Mark dijo...

Mi verdadero nombre es Maria Soledad, pero yo me hago llamar Marisol.
Muchos saludos desde Berlín.

LuKiA dijo...

Una vez me dijo un amigo que Lucía, en griego, se decía Lukia, y me gustó. Ahora me dicen así para bromear con que estoy un poco cu-cu.

(Es la primera vez que paso por el blog y me ha gustado).

Saludos.

Carmen María dijo...

Sí, qué complicación eso de buscar nombre, lo retrataste tan bien!. Yo soy de la que te confundí al principio con una mujer, jeje.

Otramaría surgió por quién sabe qué misteriosa razón,¿Porque tengo dos hermanas con ese nombre también? pero Carmen María me gusta bastante.

Cris dijo...

Por suerte mi mamá me salvó de uno con el que mi papá me llamaba cariñosamente y que no volveré a repetir jamás.
Saludos!

P@scu@ dijo...

Jajaja... eso de los seudonimos para cada personalidad me queda como anillo al dedo ;). Mi seudonimo viene de la famosa brujita chilena Pascualina, me encantan las brujas y ese me encanto.