De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Anoche soñé que escribía un haiku

Anoche soñé que escribía un haiku, un bello haiku sobre la nostalgia. Mientras lo componía cambiaba mi visión del mundo, descorriéndose un velo para acceder a una realidad sin distinción entre sujeto (yo) y objeto (el mundo), una dimensión donde no existe la barrera entre uno mismo y el resto de la creación.
Fue un sueño hermoso.
Y al despertar, no recordé ni una línea.

No es la primera vez que me sueño creando buena poesía que se pierda al llegar la vigilia, y ya he tenido experiencias de ésas que según los místicos son la antesala de la iluminación. Dos olvidos son los más dolorosos, en uno de ellos sabía una canción que, al cantarla podía uno volar. Y dos veces me he integrado por minutos con el entorno: una cuando tenía diecisiete flotando en un arroyo tropical, y otra en que sentí ser una hoja de la gran ceiba de la zona arqueológica maya de Yaxchilán.

En la mañana, aparte la frustración, me afloraron algunas certezas sobre mi relación con las artes: la música, la literatura, el cine y la fotografía. La más terrible es que díficilmente podré salir de mi papel de consumidor en vez de creador. Me deleita escuchar música por horas, aunque sepa que difícilmente pueda componer dos notas seguidas o interpretarlas con algún instrumento (ya no se diga cantarla o bailarla, por no hablar de intentar dibujar algo: cuando fui con Diosito para que me asignara mi cuota de talento artístico, me dio un vale para mi próxima encarnación).

Siempre he sido un lector voraz y poco selectivo que no cree en los "géneros menores". Me fascinan las obras que presenten una propuesta novedosa, y que lo hagan de forma que uno quede enganchado con pocas frases como las que Rosa Montero inicia Historia del rey transparente:
«Soy mujer, y escribo. Soy plebeya, y se leer. Nací sierva, y soy libre...».

Suelo estar leyendo varios libros, revistas y blogs al mismo tiempo, y puedo brincar sin ningún remordimiento entre un best seller y Jorge Luis Borges o Saramango. Detesto vestirme de exégeta y buscar contradicciones o faltas de coherencia en la literatura fantastica y por eso no me avergüenza confesar que me gusta Harry Potter y Crepúsculo, o que leo con frecuencia libros de autoayuda tipo Deprak Chopra y el blog de Coelho.

Tengo, eso sí, preferencias muy definidas: Leo mucho más prosa que poesía (y si un poema no me atrapa en las primeras dos líneas, lo dejo de lado); me encanta la literatura italiana contemporánea, la ciencia ficción, Vargas Llosa más que García Márquez, más novela histórica que romántica y detesto a los escritores pedantes, los que enredan el discurso, los falsos poetas y, sobre todo, cualquier pretensión dogmática.

Rara vez critico o analizo lo leído, me quedo en el nivel de "me gusta" o "no me gusta". Lo mismo hago con otra de mis pasiones, el cine, porque además me fastidian los sabihondos que se regodean deshaciendo una obra atacándola con palabrejas como "la mímesis" ("pues qué mámones", pienso siempre). Pero eso sí, busco que lo que leo esté limpio y sin errores ortográficos (uno de los problemas de dedicarse a editar textos es que las erratas "brincan" y le arruinan a uno la lectura).

¿Y cómo es que algo me atraiga? Hay dos aspectos: la forma de escribir y el tema.

En el aspecto temático busco cualquier propuesta que presente un desafío a la imaginación, que explore un aspecto potencialmente mágico de la realidad cotidiana, o le den un tratamiento singular a los grandes temas universales, y más si esto no es evidente.
Por ejemplo, hasta hace poco comprendí por qué estoy tan absorto en la lectura de Los hijos de Aesir una novela en entregas quincenales. Su autora, Ángela Arias, ha sabido crear dentro de una atmósfera fantástica un entorno para que sus bien delineados personajes representen los grandes desafíos de la lealtad, la busqueda de sí mismos, la libertad, etcétera. Pero sobre todo, un tema cada vez de mayor actualidad: cómo prosperar y sobrevivir en un entorno completamente distinto para el que uno se ha preparado toda la vida, cómo adaptarse a ser quien no se supone que uno iba a ser, cuando se rompen los valores y las expectativas que se habían asumido como firmes e inamovibles, cuando ya no son válidas las premisas en las que fue uno educado.

En cuanto a la forma de escribir, comulgo con este diálogo que leí en un libro infantil La caseta mágica:

«No sabía que las palabras fueran tan complicadas»,
dijo el niño.

«Sólo lo son si usas muchas para decir poco»,
respondió el perro
.


En una entrevista, le preguntaron a Juan José Arreola cómo sabía si un libro era bueno o no. Respondió diciendo que era bueno si lograba que el lector se identificara tanto que pudiera exclamar: "Esto lo pude haber escrito yo". Pues a mí me gustaría escribir como esos autores que con tan pocas palabras dicen tanto, convierten cada frase en un pequeño cosmos, como en este pequeño párrafo de Borges:

«Ante la muerte de un amigo, compruebo que lo recuerdo con intensidad, pero que los hechos o anécdotas que me es dado comunicar son muy pocos [...] su imagen, que es incomunicable, perdura en mí y seguirá mejorándome y ayudándome. Esta pobreza de hechos y esta riqueza de gravitación personal corrobora tal vez lo que ya se dijo sobre lo secundario de las palabras y sobre el inmediato magisterio de una presencia.»

Mi favorito en ese aspecto es El tiempo de la noche, de William Sloane, una obra que cabalga entre la ciencia ficción y la novela policiaca. Cada uno de sus párrafos, en manos de un escritor poco talentoso, se convertiría en una o dos páginas. Y ése es el aspecto que más me atrae de los libros de Stepahie Mayer, pues en Crepúsculo logra transmitir una serie de sentimiento y vivencias muy profundos con pocas palabras, sin trucos, sin palabras rimbombantes.

Por eso escribo poco, en parte porque durante mucho tiempo me habitué a trabajar sobre textos de alguien más, a veces muy malos, pero que ya estaban hechos, a los que se podía rehacer de nuevo, tardarse a veces días con los dos o tres párrafos iniciales hasta que adquirieran una estructura coherente y leíble, pero que no presentaban el problema de la "página en blanco". En cambio, cuando son mis propios escritos "me queman las manos" antes de subirlos a la red, a sabiendas de que les falta un mundo de trabajo.

Otro obstáculo es un cierto fetichismo por la labor del escritor, uno se intimida al querer alternar entre los grandes. Así, como no sea escribir algo por compulsión, por una urgencia inmediata, se vuelve una penosa tarea para la que no se cree estar preparado hasta que uno pueda hacer lo que Maquiavelo:

«Llegada la noche, vuelvo a casa y entro en mi cuarto de trabajo. A la puerta me despojo de las ropas rústicas, llenas de fango y de lodo; me pongo ropas limpias y de etiqueta, y así, decentemente vestido, penetro en las antiguas cortes de los hombres antiguos. Acogido por ellos con amor, me nutro con ese alimento, el único que me conviene y para el que he nacido.»

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El celular de Hansel y Gretel

para reflexionar...

El móvil de Hansel y Gretel
Hernán Casciari

(Periodista argentino que escribe en El País de España)

Anoche le contaba a la niña un cuento infantil muy famoso, el Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que lo llamen al papá por el móvil'.
Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura —toda ella, en general— si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.
¿Ya está?
Muy bien. Ahora ponga un teléfono móvil en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.
¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?
La Niña, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las nuevas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.
Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate. Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.
Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.
Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.
Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.
Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.
Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler.)
Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HGO LA MUERTA,
PERO NO STOY MUERTA.
NO T PRCUPES NI
HGAS IDIOTCES. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.
Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el messenger.
La famosa novela de James M. Cain —El cartero llama dos veces— escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.
Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.
En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición. La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90€ la conexión y 0,60€ el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.
También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.
Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.
Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa.
La telefonía inalámbrica —vino a decirme anoche la Nina, sin querer—nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante.Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador. ¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.
Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan. Nuestras tramas están perdiendo el brillo —las escritas, las vividas, incluso las imaginadas— porque nos hemos convertido en héroes perezosos.

lunes, 15 de diciembre de 2008

El día en que la tierra se detuvo
(o de cuando los avances son lo mejor de la película)

¿No les ha pasado muchas veces que los avances de una película inspiran grandes expectativas que el filme completo no alcanza a llenar?

A mí me pasó recientemente con Minotauro que , por primera vez en aaaaaaños, me salí a mitad del filme.
El día en que la tierra se detuvo no es tan mala como para llegar a eso, pero sí es una película más bien decepcionante. A su favor tiene buenas actuaciones, sobre todo las de J
ennifer Connely y el niño, interpretado por el hijo de Will Smith, así como de varios actores de apoyo, en especial el de la secretaria de Estado y los militares, a quienes de veras termina uno odiando por ser tan cortos de miras. Curiosamente, otro de los méritos de la película, una dirección artística que logró crear un ambiente tan tétrico y lúgubre, contribuye a que la película se sienta lenta y aburrida.
En contra, que es una muy mal armada copia con retazos de Contacto, La guerra de los mundos y un poco El día de la independencia, con muchos elementos milenaristas; baste decir que lo que en Contacto lleva una escena (ésa donde el extraterrestre le dice a Jodie Foster que "la humanidad es fascinante, capaz de los sueños más sublimes, pero también de las peores pesadillas") acá les lleva más de la mitad del filme, y no terminaron de redondear la idea.

El argumento gira sobre la idea de que por el uso y abuso de nuestro planeta ("uno de los pocos capaces de soportar el milagro de la vida") los humanos debemos ser castigados, con toda la connotación judeo-cristiana del término "castigo", como si no tuviéramos ya bastante, en términos del mismo filme, con depender de las reacciones de un grupo de halcones prestos a apretar el gatillo... y a expensas también de una supuesta civilización superior tan poco hábil como para no percatarse de la diversidad humana y aterrizar, cómo no, en Nueva York.

Por si fuera poco, el filme desaprovecha un argumento que hubiera podido ser central: ¿quiénes merecían estar como representantes de la humanidad en esas nuevas arcas? ¿Los científicos?, ¿los artistas?, ¿los genéticamente más aptos?, ¿los limpios de corazón?, ¿los limpios de culpa? (que encontrarlos estaría difícil, dejando de lado los chistes sacrílegos sobre Jesús y María Magdalena, pues los pecados por omisión serían mucho más frecuentes... si yo un día no abro mi negocio a tiempo, y por eso un niño no terminó la tarea y lo expulsan y por efecto mariposa termina siendo un asesino serial, ¿me contaría en mi balance negativo...?).

Otro elemento desfavorable es que el filme terminó siendo una ensalada de géneros y nunca se definió por ninguno: ni es un filme de suspenso, ni de acción, ni brillan los efectos especiales, ni es intimista, ni nada. Lástima por un filme que tenía todo para llenar la temporada.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Jorge Debravo: Poeta

Acabo de conocer a este Poeta (así, con mayúscula) nacido en Costa Rica, pero ser humano por vocación intrínseca, defensor de los mejores valores humanos: el amor, la libertad y la paz.
Poesía poderosa, sin adornos. Poesía cabal y descarnada. Selecciono dos de ellos: "Canción Satisfactoria" y "Desvestido"

CANCIÓN SATISFACTORIA

Qué bien tu amor aquí para que ladre
y asuste a los leones de la muerte!
Qué bien tu amor velando como un padre
este miedo que tengo de perderte!

Qué bien tu amor manando a mediodía
una savia fresquísima y amada!
Qué bien despedazando la agonía
y poniendo esperanzas en la almohada!

Qué bien que esté allá lejos, madurando
como un durazno blando de ternura!
Qué bien cuando está cerca, despuntando

como un trozo de Dios, de la amargura.
Qué bien en la mañana, despertando
como un Resucitado de ternura...!



DESVESTIDO

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas...
y -por sentirse blanca y alumbrada-
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y -hablando de un amor vago, inconexo-

Porque si y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche,
la noche pequeñita de tu sexo.


jueves, 6 de noviembre de 2008

Efialtes, el demonio de las pesadillas

Al despertar, lo primero que se me vino a la mente fue uno de los ensayos de Borges que comprenden el libro Siete noches, el segundo: “La pesadilla”, donde aborda la experiencia onírica. Retomo algunos párrafos:

“del asombroso, extraño arte de soñar... si pensamos que el sueño es una obra de ficción (yo creo que lo es), posiblemente sigamos fabulando en el momento de despertarnos y cuando, después, los contamos....”

Borges narra que en una de sus pesadillas se encuentra con un amigo, al que ve muy alicaído, triste, y aprovecha para explicar cuán complicado puede ser el proceso mental que genera un sueño:

“«Pero, mi pobre fulano, ¿qué te ha pasado? ¡Qué cambiado estás!» Me respondió: «Sí que estoy muy cambiado». Lentamente fue sacando la mano. Pude ver que era la garra de un pájaro… Lo extraño es que desde el principio el hombre tenía la mano escondida. Sin saberlo, yo había preparado esa invención: que el hombre tuviera una garra de pájaro y que viera lo terrible del cambio, lo terrible de su desdicha ya que estaba convirtiéndose en pájaro.”

Está de más decir tuve un sueño peculiar, mucho más que aquellos en los que me he visto como artillero de la Armada Invencible, como oficial austriaco en las guerras napoleónicas o como guardia del presidente Juárez en plena huida ante la llegada de las tropas de la intervención francesa, (puro perdedor, si ésas son imágenes de mis vidas pasadas, definitivamente en ésta me tocó una vida sabática).

No intentaré transcribir los sentimientos de mi sueño, solo describiré el tema: Me encarcelaban por arrancar hojas de un libro de la biblioteca, y a pesar de haber sido condenado a dos días de prisión, llevaba más de cinco en esa celda sin cama para mí, entre ratas y alacranes peludos. Curiosamente (detalle del que me percaté mucho después de despertar) uno de los internos de la celda poseía muchos libros y me invitaba a leer los que quisiera… aún sabiendo que estaba preso por atentar contra UN libro.

Hay varias cosas extrañas en mi sueño: en mi vida he pisado una cárcel, ni siquiera como visitante, y no me he parado en una biblioteca en los últimos cinco años. Pero, sobre todo, en mi vida se me hubiera ocurrido cometer tal atrocidad (quizá me hubiera robado un libro completo, pero ésa es otra historia). Y a pesar de que he dedicado varios años de mi vida al proceso de editar libros, a los que considero más que simples objetos, nunca desarrollé el fetichismo que muchos padecen cuando de libros se trata (quizá porque leí a tiempo “Auto de fe”, de Elias Canetti).

Curioso es el mundo de los sueños, lo bueno es que aproveché para releer y volver a disfrutar a Borges.

domingo, 19 de octubre de 2008

Cuando dos

"Es ternura lo que se halla en la intención de la mirada cuando dos no juegan a vencerse..."

Ésta es la mejor definición que conozco sobre el amor y la mejor guía de cómo deben ser las relaciones de pareja.

Por años estuve buscando el nombre de la pieza, la letra o el grupo, cada cuando entraba al templo de san Google infructuosamente, hasta que alguien muy amable respondió a mi inquietud...

los dejo escucharla, y de seguro estarán de acuerdo conmigo

Grupo On'ta

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lunes, 29 de septiembre de 2008

Miscélanea de conocimientos inútiles...

1. Los neanderthales eran pelirrojos

2. El primer perro rastreador de excrementos de ballena en el mundo se llama "Fargo" y puede olfatear su cometido desde una distancia de dos kilómetros.
(Corolario: del dato anterior, se puede inferir otro aún más inútil, los excrementos de ballena !flotan!)


3. Existe la palabra "Eutrapelia" y no es otra cosa más que "
la virtud que nos ubica en el justo medio entre el espíritu de relajación lúdica y el exceso en la seriedad" o, en palabras simples: la virtud que modera el exceso en la diversión.


viernes, 19 de septiembre de 2008

Guitarra...

Guitarra
Nicolás Guillén

Fueron a cazar guitarras
bajo la luna llena.
Y trajeron ésta,
pálida, fina, esbelta,
ojos de inagotable mulata,
cintura de abierta madera.

Es joven, apenas vuela.
Pero ya canta
cuando oye en otras jaulas
aletear sones y coplas.
Los sonesombres y las coplasolas.
Hay en su jaula esta inscripción:

”Cuidado: sueña”.

martes, 9 de septiembre de 2008

Del Primer Congreso de Anáhuac

5. Que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo...

12. Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deber ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.

Generalísimo José María Morelos y Pavón
Sentimientos de la Nación
Chilpancingo, 13 de septiembre de 1813

lunes, 18 de agosto de 2008

Faltaba Alberti :(

HACE FALTA ESTAR CIEGO, Rafael Alberti

Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.

Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación de los himnos futuros,
sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.

Hace falta querer ya en vida ser pasado,

obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.


SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA

Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento una vela!

miércoles, 13 de agosto de 2008

El espantapájaros...

jueves, 19 de junio de 2008

miércoles, 18 de junio de 2008

"Olas" de Nietzsche

Bien! ¡Olas caprichosas!
¿Irritadas contra mí os levantáis?
¿Y con rugidos de sorda cólera asediáis mi barca?
¡Ah, necias!, con mi remo vuestra cerviz aplasto;
y esa barca, con tan ciego furor vosotras mismas
a la inmortalidad la vais llevando.

F. Nietzsche

miércoles, 11 de junio de 2008

Tenderos



cartel de del Consejo Anarquista de Aragón
(tomado de http://www.sbhac.net/Republica/Carteles/Artel/Artel.htm)


El siguiente texto refleja la situación en Madrid en 1937, durante el asedio franquista en plena Guerra Civil. Existe una versión musicalizada por Francisco "Paco" Curto, pero me fue imposible conseguir el nombre de su autor hasta que, maravillas de Internet, di con un sitio web "El bujero del raton" ( http://www.xn--elbujerodelratn-8rb.com/pageID_5906114.html ) , cuyo webmaster gentilmente se comunico con Curto para solucionar mi duda)

Tenderos
Antonio Agraz

Calle abajo va el reguero de la cola mañanera.
Viejas que ya no trabajan porque se hicieron muy viejas,
viejas que arrastran los años sobre zapatos sin suelas,
niñas tan chiquirritinas, tan menudas, tan pequeñas,
que parecen sarpullido que les sale a las aceras.
Mozas algunas, muy pocas, porque el taller las espera.


Guardias con fusil al hombro, recomendando paciencia
a las que chillan airadas cuando una niña se cuela.
Las agujas de un reloj apuntan las ocho y media.
Chirría el cierre metálico de la puerta de la tienda,
los guardias montan la guardia frente al quicio de la puerta.

Da una palmada el tendero, abre el cajón la tendera.
La cola va desgranando junto al mostrador sus cuentas.
El tiburón de la caja, por sus fauces de madera,
se traga voraz los cuartos, duro a duro, perra a perra.

Lo que ha costado dos reales, se vende a cuatro pesetas,
lo que tres duros valía, diez duros o doce cuesta.
Se marchan las compradoras sin cupro en la faltriquera
y unos gramos, muy poquitos, de cualquier cosa en la cesta.

Chirrían de nuevo los cierres metálicos de la puerta,
muralla de acero clavan entre la calle y la tienda.
Gozosos, cuentan los cuartos, producto de mala venta,
el pequeño comerciante y su mujer, la tendera.

Y mientras ayunan hijos del que lucha en las trincheras,
los dos tenderos suspiran......

!!! Que no se acabe la guerra !!!!.




cartel de Mauricio Amster
(tomado de http://www.sbhac.net/Republica/Carteles/Amster/Amster.htm)

jueves, 5 de junio de 2008

Los ratones

Oxcutzcaab es un pequeño pueblecito situado justo en el centro de la península de Yucatán. La mayoría de sus habitantes son albañiles, oficio que se ha transmitido de generación en generación seguramente desde hace siglos, y del que están tan orgullosos como de su lengua, el maya.

Durante la década de los cincuenta del siglo XX, algún arqueólogo descubrió los talentos de los lugareños, y los comenzó a emplear para la restauración de sitios arqueológicos. En la actualidad, los especialistas compiten por conseguir a las mejores cuadrillas de los "ruineros de Oxcutzcaab", cuyos elementos poseen conocimientos de arquitectura prehispánica que harían palidecer a muchos arqueólogos titulados...

Esto viene a cuento porque en el cuaderno de un cabo de albañiles del lugar, entre cuentas de bultos de cemento y cal, la bitácora de los jornales y otras cuentas, se encontraba uno pequeñas rimas, a veces escritas en maya o a veces en español, como la siguiente:

"Me gusta la pepsi
me gusta la coca,
pero lo que más me gusta
¡es el sabor de tu boca!"

de ellas, rescato el texto siguiente:

Los ratones

Los ratones van a la escuela
de noche, con una vela.
Aprenden a comer el queso
y después, se dan un beso.
Aprenden a mover la cola
y a bailar en la cacerola.

La maestra les dibuja en harina
el mapa de la cocina.
Les muestra fotografías
de los gatos de la comisaría.

Los ratones vuelven de la escuela
con un cuaderno y una vela.
Triqui, triqui, trás
Triqui, triqui, trás

La trampa adelante
¡y el rabo detrás!

Alberto Be Ku

Albañil yucateco

martes, 3 de junio de 2008

De actualidad desde el Siglo de Oro

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Francisco de Quevedo y Villegas

El lobito bueno

EL LOBITO BUENO

Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.

José Agustín Goytisolo



martes, 22 de abril de 2008

Elis Regina y Tom Jobim

Miserable Piedra

Alfonsina Storni

Oh, piedra dura, miserable piedra,
Yo te golpeo, te golpeo en vano,
Y es inútil la fuerza de mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

Pero haces bien, oh miserable piedra,
Deja que tiente un golpe sobrehumano,
Deja golpear, deja golpear mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

No me des nada, miserable piedra,
Guarda un silencio altivo y soberano,
No te ablandes jamás entre mi mano;
Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,
Recobro alientos y el deseo gano,
No te dejes caer sobre mi mano,
Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,
Te venciera la fuerza del verano
Y cayeras a gotas en mi mano
Yo te odiaría, miserable piedra ...

martes, 1 de abril de 2008

No sé si las canciones...

... de ardidos entren en la categoría de "amansalocos", pero a falta de un lugar adecuado, la pongo aquí!


José Feliciano: "La copa rota"



miércoles, 27 de febrero de 2008

Dos romances castellanos ...
medio subidos de tono

Romance de la Guirnalda de Rosas


Esa guirnalda de rosas,
hija, ¿quién te la endonara?
--Donómela un caballero
que por mi puerta pasara,
tomárame de la mano,
a su casa me llevara,
en un portalico oscuro
conmigo se deleitara,
echóme en cama de rosas
en la cual nunca fui echada,
hízome no sé que hizo,
que dél vengo enamorada:
traigo, madre, la camisa
de sangre toda manchada.



Romance de la gentil dama y el rústico pastor

Estáse la gentil dama
paseando en un vergel.
los pies tiene descalzos
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondíle con gran saña:
--¿qué mandaís, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
--Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es de mediodía,
que ya es hora de comer;
si querrás tomar posada
todo es a tu placer.
--que no era tiempo, señora,
que me haya de detener;
que tengo mujer e hijos,
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
--Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encobierto
maravilla es de lo ver.--
--Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.



Tomados de Isidro Gabriel, (comp.): Los mejores romances de la lengua castellana. Los libros del mirasol, Buenos Aires, Argentina. 1965. pp. 132-134

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rondas infantiles

En coche va una niña, tralarín
en coche va una niña, tralarí
hija de un capitán, tralarí lurín, tralarí lurán
hija de un capitán, tralarí lurín, tralarí lurán

Hermoso pelo tiene, tralarín
hermoso pelo tiene, tralarín
¿quién se lo peinará, tralarí lurín, tralalí lurán
¿quién se lo peinará, tralarí lurín, tralalí lurán.

Se lo peina la reina, tralarín
se lo peina la reina, tralarín
con mucha suavidad, tralarí lurín, tralarí lurán
con mucha suavidad, tralarí lurín, tralarí lurán

Con peine de oro fino, tralarín
con peine de oro fino, tralarín
y horquillas de cristal, tralarí lurín, tralarí lurán
y horquillas de cristal, tralarí lurín, tralarí lurán

Al pie de su ventana, tralarín
al pie de su ventana, tralarín
tres pajaritos van, tralarí lurín, tralarí lurán
tres pajaritos van, tralarí lurín, tralarí lurán

Cantando el pío, pío, tralarín
cantando el pío, pío, tralarín
cantando el pío pa, tralarí lurín, tralarí lurán
cantando el pío pa, tralarí lurín, tralarí luran.

jueves, 21 de febrero de 2008

cantares de los señores mexicanos

No es verdad que vivimos,
no es verdad que duramos
en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo,
hagamos nuestros los hermosos cantos.

Yo perforo esmeraldas,
yo oro estoy fundiendo:
¡Es mi canto!
En hilo ensarto ricas esmeraldas:
¡Es mi canto!

He llegado hasta acá,
a las ramas del Árbol Floreciente
yo el Colibrí florido:
deleito mi nariz y me siento gozoso:
sabrosos y dulces son mis labios.

martes, 5 de febrero de 2008

Otro Republicano, Miguel Hernández

Esta poesía es más conocida por la adaptación que le hizo Joan Manuel Serrat...

EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

Miguel Hernández, 1937

lunes, 4 de febrero de 2008

Ahora, León Felipe...

Otro poeta republicano es León Felipe, de quien selecciono, entre muchos este poema:

Qué lástima!

¡Qué lástima / que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas / a las glorias de la patria!
¡Qué lástima / que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
otra raza, / como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.

¡Qué lástima / que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña / de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta / ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa / rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.

¡Qué lástima /que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa / en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de mi abuelo que ganara / una batalla.
¡Qué lástima / que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla, / retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima / que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana, / ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara / una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España / y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa / en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala / muy amplia / y muy blanca
que está en la parte más baja / y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara / esta sala
tan amplia / y tan blanca...
Una luz muy clara / que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana / vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan / ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada, / esa mujer agobiada
con una carga / de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de
Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia / tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama / ¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa / por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para / en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala, / muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara, / por esta calle tan ancha,
al través de la ventana, / vi cómo se la llevaban
en una caja / muy blanca...
En una caja / muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre
el cristalito de aquella caja / tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima / que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria, / ni una tierra provinciana,
ni una casa / solariega y blasonada,
ni el retrato de un abuelo que ganara / una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria / que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

viernes, 1 de febrero de 2008

Romance del Rey Rodrigo

es curioso cómo el castellano antiguo puede ser tan claro y contundente con esas rimas en octasílabo, que los mexicanos aún conservamos: seguimos pensando y cantando en octasílavos: los corridos, en la letanía de las posadas, en los gritos de la lotería...


La derrota de Guadalete

Las huestes de don Rodrigo / desmayaban y huían
cuando en la octava batalla / sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas / y del real se salía;
solo va el desventurado, / que no lleva compañía.
El caballo, de cansado, / ya mudar no se podía;
camina por donde quiere, / que no le estorba la vía.
El rey va tan desmayado / que sentido no tenía;
muerto va de sed y hambre / que de velle era mancilla;
iba tan tinto de sangre / que una brasa parecía.
Las armas lleva abolladas, /que eran de gran pedrería;
la espada lleva hecha sierra / de los golpes que tenía;
el almete, de abollado, / en la cabeza se hundía;
la cara llevaba hinchada / del trabajo que sufría.

Subióse encima de un cerro, / el más alto que veía,
desde allí mira su gente / como iba de vencida;
de allí mira sus banderas / y estandartes que tenía,
como están todos pisados, / que la tierra los cubría;
mira por los capitanes, / que ninguno parescía;
mira el campo tinto en sangre /la cual arroyos corría.

miércoles, 30 de enero de 2008

otra poesía de García lorca

ROMANCE DE LA LUNA
a Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos.
El niño la mira mira. / El niño la está mirando.
En el aire conmovido / mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura, / sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna. / si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón / collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile. / Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque / con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna, / que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises, / mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba / tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño / tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían, / bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas / y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya, / ay, como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna / con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran, / dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela, / el aire la está velando.

Poema de GarcÍa Lorca

Los encuentros de un caracol aventurero


A Ramón P. Roda
Hay dulzura infantil
en la mañana quieta.
Los árboles extienden
sus brazos a la tierra.
Un vaho tembloroso
cubre las sementeras,
y las arañas tienden
sus caminos de seda
-rayas al cristal limpio
del aire-.
En la alameda
un manantial recita
su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
ignorado y humilde,
el paisaje contempla.
La divina quietud
de la Naturaleza
le dio valor y fe,
y olvidando las penas
de su hogar, deseó
ver el fin de la senda.

Echó a andar e internóse
en un bosque de yedras
y de ortigas. En medio
había dos ranas viejas
que tomaban el sol,
aburridas y enfermas.

"Esos cantos modernos
-murmuraba una de ellas-
son inútiles". "Todos,
amiga -le contesta
la otra rana, que estaba
herida y casi ciega-.
Cuando joven creía
que si al fin Dios oyera
nuestro canto, tendría
compasión. Y mi ciencia,
pues ya he vivido mucho,
hace que no lo crea.
Yo ya no canto más..."

Las dos ranas se quejan
pidiendo una limosna
a una ranita nueva
que pasa presumida
apartando las hierbas.

Ante el bosque sombrío
el caracol se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.

"¿Es una mariposa?",
dice la casi ciega.
"Tiene dos cuernecitos
-la otra rana contesta-.
Es el caracol. ¿Vienes,
caracol, de otras tierras?"

"Vengo de mi casa y quiero
volverme muy pronto a ella".
"Es un bicho muy cobarde
-exclama la rana ciega-.
¿No cantas nunca?" "No canto",
dice el caracol. "¿Ni rezas?"
"Tampoco: nunca aprendí".
"¿Ni crees en la vida eterna?"
"¿Qué es eso?
"Pues vivir siempre
en el agua más serena,
junto a una tierra florida
que a un rico manjar sustenta".

"Cuando niño a mí me dijo
un día mi pobre abuela
que al morirme yo me iría
sobre las hojas más tiernas
de los árboles más altos".

"Una hereje era tu abuela.
La verdad te la decimos
nosotras. Creerás en ella",
dicen las ranas furiosas.

"¿Por qué quise ver la senda?
-gime el caracol-. Sí creo
por siempre en la vida eterna
que predicáis..."
Las ranas,
muy pensativas, se alejan.
y el caracol, asustado,
se va perdiendo en la selva.

Las dos ranas mendigas
como esfinges se quedan.
Una de ellas pregunta:
"¿Crees tú en la vida eterna?"
"Yo no", dice muy triste
la rana herida y ciega.
"¿Por qué hemos dicho, entonces,
al caracol que crea?"
"Por qué... No sé por qué
-dice la rana ciega-.
Me lleno de emoción
al sentir la firmeza
con que llaman mis hijos
a Dios desde la acequia..."

El pobre caracol
vuelve atrás. Ya en la senda
un silencio ondulado
mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
arrastrando tras ellas
a otra hormiga que tiene
tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
"Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
a vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita".

La hormiga, medio muerta,
dice muy tristemente
"Yo he visto las estrellas."

"¿Qué son las estrellas?", dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: "¿Estrellas?"
"Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas".
El caracol pregunta:
"¿Pero qué son las estrellas?"
"Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza".
"Nosotras no las vemos",
las hormigas comentan.
Y el caracol: "Mi vista
sólo alcanza a las hierbas."

Las hormigas exclaman
moviendo sus antenas:
"Te mataremos; eres
perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley."

"Yo he visto a las estrellas",
dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
"Dejadla que se vaya.
seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
ya rendida se muera".

Por el aire dulzón
ha cruzado una abeja.
La hormiga, agonizando,
huele la tarde inmensa,
y dice: "Es la que viene
a llevarme a una estrella".

Las demás hormiguitas
huyen al verla muerta.

El caracol suspira
y aturdido se aleja
lleno de confusión
por lo eterno. "La senda
no tiene fin -exclama-.
Acaso a las estrellas
se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas".

Todo estaba brumoso
de sol débil y niebla.
Campanarios lejanos
llaman gente a la iglesia,
y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
aturdido e inquieto,
el paisaje contempla.