De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

miércoles, 29 de junio de 2011

Leyendo a Saramago

Uno de mis escritores preferidos es José Saramago. Pero que lo sea no quiere decir que haya leído muchos de sus libros. Por el contrario, creo que sólo llevo tres: La caverna, El hombre duplicado y Manual de pintura y caligrafía.
Y es que con Saramago me pasa algo muy curioso, sobre todo siendo yo un lector voraz que suele olvidarse del mundo mientras tenga un libro en las manos. A Saramago lo abordo de a poquito, a veces sólo un párrafo (que suelen ser muy largos, por cierto) al día. Y muchas veces, releo lo del día anterior sin avanzar más. Me gusta digerir las frases, desentrañar los muchos niveles de lectura, desenvolver la complicada madeja en que va estructurando sus textos.
Siempre descubro cosas nuevas, me encanta ver cómo echa a la basura el precepto de que en un buen texto no se repiten palabras. Y sobre todo, buscar lecciones de vida que aparentemente no tiene nada que con la trama.
Ahora estoy con la tercera relectura de Manual de pintura y caligrafía, en el que creo encontrar muchísimas reflexiones sobre lo que el pensaba que era su propio escribir.

Y de las muchas partes memorables (literalmente, pues invita a memorizarlas), me gustaría compartir con ustedes ésta

:
... nosotros, los humanos, no somos hermosos, no lo somos en general, pero aceptamos la fealdad con una dignidad particular que quizá viene del interior, del espíritu, Vamos cincelando nuestra cara por dentro, aunque la brevedad de la vida nunca da para acabar la obra: por eso los feos, feos se quedan, a veces más aún de lo que eran, cuando desistieron del trabajo minucioso de esa escultura interna, otras veces de otra manera o cuando fallaron en su intento. Quiero creer que si la especie humana viviera el doble o el triple de estos míseros setenta años que la biología aguanta […], los hombres y las mujeres alcanzarían el fin de sus vidas en estado de pura belleza, diversa por la multiplicación de las facciones, de los colores, de las razas, pero una e insuperable. Hoy, los seres humanos empiezan (cuando empiezan) por la belleza y acumulan fealdad todos los años, todas las estaciones, todos los días y las noches, todos los segundos en lo poco que cada segunda da, pero seguro: una vida larga (imagino) igualaría, en el último día de cada uno, a Helena de Troya y a Sócrates. Helena no sería más bella que Sócrates: se limitaría a esperarlo y juntos saldrían de la vida, bellos.

(subrayado mío)

3 comentarios:

Ligia dijo...

Solamente he leído Ensayo sobre la ceguera y Las intermitencias de la muerte y la verdad es que son historias sorprendentes. Abrazos

Clarice Baricco dijo...

Este libro no lo he leído. Y comprendo tu paso lento a leer a Saramago. ¿De qué otra manera se puede? Creo que así debe ser con él.
Abrazos.

Karla dijo...

De Saramago he leído Todos los Nombres,Las intermitencias de la muerte (que no me gustó), ensayo sobre la ceguera (mi libro favorito entre los favoritos), ensayo sobre la lucidez, el hombre duplicado y estoy en las últimas páginas de El evangelio Según Jesucristo.
El manual de pintura siempre me ha llamado la atención pero nunca lo he visto a la mano en las librerías ni he preguntado por él.
Ahora, con la cita que nos compartes y el hecho de que menciones que ya lo has leído varias veces... ¡tengo qué conseguírmelo!
No sólo el contenido, sino esa manera tan particular de redactar lo hacía grande.
Un abrazo.