De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

sábado, 1 de noviembre de 2014

La casa de los siete altillos, Nathaniel Hawthorne



«Poco después, el huésped comenzó a apreciar la fragancia del café que se le había servido. Lo sorbió con avidez. La sutil esencia obró sobre él como un filtro encantado, convirtiendo en transparente, o al menos en traslúcida, la opaca sustancia de su naturaleza animal. Un destello de espíritu se comunicó a su persona.
            –Quiero más, más –exclamó con nerviosa prisa, como si estuviese ansioso por retener lo que intentaba escapársele–. Esto es lo que necesito. Les ruego que me sirvan más.»

Hawthorne, Nathaniel: La casa de los siete altillos,
México, 1988, Eosa (Colección Biblioteca 59),  p. 139.

1 comentario:

Unknown dijo...

Nem sempre o nosso olhar está aberto à simplicidade das coisas nem os nossos ouvidos à beleza das palavras ou do canto das aves.
O mestre deve ensinar a viver com simplicidade e desprendimento dos louvores.
O discípulo deve aprender a ouvir e a amar a vida, sem ser necessário ouvir elogios pela sua conduta.