«Poco después, el huésped comenzó a apreciar la fragancia del café que se le había servido. Lo sorbió con avidez. La sutil esencia obró sobre él como un filtro encantado, convirtiendo en transparente, o al menos en traslúcida, la opaca sustancia de su naturaleza animal. Un destello de espíritu se comunicó a su persona.–Quiero más, más –exclamó con nerviosa prisa, como si estuviese ansioso por retener lo que intentaba escapársele–. Esto es lo que necesito. Les ruego que me sirvan más.»
México, 1988, Eosa (Colección Biblioteca 59), p. 139.
1 comentario:
Nem sempre o nosso olhar está aberto à simplicidade das coisas nem os nossos ouvidos à beleza das palavras ou do canto das aves.
O mestre deve ensinar a viver com simplicidade e desprendimento dos louvores.
O discípulo deve aprender a ouvir e a amar a vida, sem ser necessário ouvir elogios pela sua conduta.
Publicar un comentario