De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

jueves, 12 de marzo de 2015

Balún Canán, Rosario Castellanos



«[…] Matilde se incoporaba, sentándose en la orilla de lecho y allí, con el rostro hundido entre las manos, repetía en voz alta, como esperando que alguien la contradijera:
—No voy a poder pasar este día.
Porque el día estaba erguido frente a ella como un árbol enorme que era necesario derribar. Y ella no tenía más que un hacha pequeña, con el filo mellado. El primer hachazo: levantarse. Algo que no era ella, que no era su voluntad, (porque su voluntad no deseaba más que morir), la ponía en pie. Como sonámbula, Matilde daba un paso, otro, a través de la habitación. Vistiéndose, peinándose. Y después, abrir la puerta, decir buenos días, sonreír con una sonrisa más triste que las lágrimas.»


Castellanos, Rosario: Balún Canán,
México, F.C.E (Colección popular 92), 1987[1957], p. 138.

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