De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

lunes, 23 de mayo de 2011

Las orejas de Natalie Portman



Veía hace poco por la televisión un programa sobre cazadores de nazis donde aseguraban que la parte del rostro que cambia menos con la edad, y además es inconfundible de persona a persona, son las orejas. Esa técnica permitió asegurar el arresto de Adolf Eichmann y otros criminales de guerra escondidos bajo falsas identidades en Argentina y Brasil. Y se veían fotografías de los agentes israelitas armados de telefotos parándose de pestañas para retratar a escondidas las orejas de los sospechosos a fin de compararlas con los gráficos de archivos.

Esto viene a cuento porque, como ya he mencionado en alguna entrada anterior, padezco un grado más o menos severo de “ceguera del rostro” (“Prosopagnosia” es el término académico). El asunto me ha ocasionado más de un bochorno por pasar de lado sin saludar a algún conocido o peor, no reconocer a quien me saluda y estar buscando como loco indicios en la conversación que me permita saber con quién estoy hablando. Como eso no siempre sucede, ya me ha pasado que más de uno pregunte entre molesto, enojado y a veces divertido: “no te acuerdas de mí, ¿verdad?” a lo que sólo me queda contestar con un sincero: “la verdad, no”, pues ya aprendí que pretender lo contrario provoca más problemas.

Para colmo de males, sólo la gente con la que mantengo contacto cotidiano es a quien identifico con facilidad, así que ni vecinos ni parientes ni excompañeros de trabajo están a salvo de que les haga alguna patanada (curiosamente, en mis sueños nunca me pasa… creo).

Con el tiempo, me he ido haciendo de algunas técnicas que me saquen del apuro, por ejemplo, soy estupendo reconociendo voces, y quizá por eso me emociona tanto escuchar las voces reales de la gente con quien he ido trabando buenas amistades por Internet.

Es necesario aceptar también (iba a escribir “reconocer”, pero chocaría con el tema de la entrada, ¿no?), que gracias a esto me he evitado varios disgustos. Diálogos como éste no son infrecuentes entre mi esposa y yo:

--No reconociste al buey ése, ¿verdad? --me pregunta a veces.
--Ni idea, ¿quién es?
--Pues el jijo que tal y tal y tal…

O bien me quedo con la impresión el fulano con el que me tope en la calle entra dentro de alguna categoría de alimaña, pero no estar seguro por el pequeño detalle de no saber quién coños es (la palabrota es la que uso cotidianamente en mi diálogo interno cada vez que me entra una duda sobre la identidad de alguien).

Mi situación se complica porque tanto mi esposa como mi hija son estupendas fisonomistas. Imagínense que tan lejos estoy de reconocer al actor que personifica a Voldermot sin maquillaje y con la nariz completa… y eso les da pie para echarle sal a la herida de mi discapacidad cada con cada película.

--A que no sabes quién es esa actriz
--****
--Pues la que salió interpretando a X en la película tal, y a Y en tal otra peli, etc...

No niego que muchas veces me quedo con la duda de si me están tomando el pelo o no. De cualquier forma, ayer que estábamos viendo “Thor”, pasada más de media película algo me hizo preguntarle a Elizabeth: “la protagonista, ¿es Natalie Portman?”.

Y es que descubrí que la técnica de las orejas sí es efectiva… siempre y cuando algo me haya hecho fijarme previamente en ellas. Que fue el caso con Natalie Portman, de quien reparé en sus orejas a partir de que personificara a la reina Amidala en la saga de “La guerra de las galaxias. Tenía curiosidad de saber por qué en casi todas las escenas sale con peinados que le cubren las orejas y me preguntaba si las tendría muy feas. Resultó que tienen una forma muy peculiar, muy afiladas hacia abajo y casi sin lóbulo...



Así que de ahora en adelante trataré de disimular el estar buscando rasgos distintivos en las orejas de mis conocidos, y ruego a mis ciberamigos sean tolerantes si alguna vez se topan conmigo, pues una foto o un avatar desorejado no me ayudará a reconocerlos.

5 comentarios:

Angela Arias Molina dijo...

Truco de las orejas... Anotado.

Después de todo, ya sabes que también tengo esa ceguera del rostro (y más de un chasco me he llevado por eso ToT).

¡Saludos!

Pd: A mí se me confunden Natalie Portman y Keira Knightley, así que intentaré identificarlas por las orejas :3

jimeneydas dijo...

Bueno, yo confundo a Glenn Close con Meryl Streep, a Sandra Bullock con Julia Roberts, a ....

Anónimo dijo...

no sabia que existiera ese tipo de transtorno visual, por llamarlo de alguna manera, en verdad lo siento por ti Jimeneyas y por Angela, imagino que habeis aprendido a vivir con ello, me gusto como nos lo explicas, encuanto a lo de las orejas dicen que son como huellas daztilares, unicas, y lo de que en los sueños si identifiques a las personas, pues eso tiene algo de relación casual con mis dos ultimas entradas, saludos

Bio México dijo...

jajajajaja muy buena entrada Aarón!
Saludos! :)

jimeneydas dijo...

Por desgracia, Kea, no es un defecto visual que se pueda corregir con anteojos o algo así. El problema está en algún sector del cerebro que no "conecta" la información que llega de los ojos con el banco de memoria de los rostros conocidos :'(
Y es que a mí, con que alguien cambie de peinado, añade o quite bigote o anteojos se me vuelve un rostro nuevo, irreconocible.
Saludos, Sonny, que bueno que te gustó :)