«–Baila conmigo –dije, pues era la idea que dominaba mi cabeza. No podía pensar en nada más hasta expresar aquel único pensamiento.Y bailamos. Bailó conmigo como si aquel acto exigiese concentración. O tal ver fuera sólo el ron, tal vez se le había subido a la cabeza, aunque con el efecto de obligarla a concentrarse más que relajarla. Su mano en mi hombro. Mi mano en su cintura. Me la imaginaba más alta. Entre nuestros cuerpos, escasos centímetros de aire caliente. Mantuvo en todo momento la vista apartada de mí.»
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