De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

lunes, 17 de septiembre de 2018

La casa y la isla


« Entonces la chica de ojos inolvidables acotó con voz lo suficientemente audible: “y así hasta el infinito, que es un ocho acostado”. Y aunque lo del infinito, hablando con propiedad era un error (nada dura para siempre), lo del ocho acostado que le había gustado al profesor. Lo curioso fue que no pudo evitar pensar que la convergencia entre un seis y un nueve formaba ese famoso 69, que si uno lo juntaba lo suficiente, bien apretadito, era un especie de ocho acostado, metido dentro de un círculo (que era la mejor forma de infinito, según Stephen Hawking) y también se parecía al símbolo del yin y el yang. »
 
Menéndez, Rolando: La casa y la isla.
México, Alianza Editorial (Alianza de novelas), 2016, p. 28.

No hay comentarios.: