De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

domingo, 12 de enero de 2014

«[...] Rossella tiene un sobresalto todas las veces que los faros de un coche iluminan la casa blanca al otro lado de la carretera. Sabe que desde aquel punto son invisibles, tapados como están por la fila de cipreses, pero eso no la tranquiilza. Tiene prisa por sentirlo correrse. Las medias se han desgarrado.
Me has desgarrado las medias, dice, al tiempo que lo estrecha como si fuera el palo de la cucaña.
Lo habías prometido, susurra él con voz estrangulada.
Lo habías prometido: ni medias ni bragas.
Está entregado a su afán como un niño a un dibujo. Traza líneas claras bajo la ropa de ella. Líneas que van de las axilas a los costados, a los glúteos. Y tiene las manos ardientes.

Rosella cierra los ojos. [...]»


Fois, Marcello: GAP,  Madrid, Espasa (Narrativa), 2001, p. 19.

1 comentario:

Espaciolandesa dijo...

Oh... los recuerdos, jijiji.