De "El canto del pájaro", Anthony de Mello

El discípulo se quejaba constantemente a su maestro:

«No haces más que ocultarme

el secreto último del Zen».

Y se resistía a creer sus negativas.

Un día, el Maestro lo llevó a pasear por el monte.
Mientras andaban, oyeron cantar a un pájaro.


«¿Has oído el canto de ese pájaro?»,
le preguntó el Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.
«Bien; ahora ya sabes que
no te he estado ocultando nada».

«Sí», asintió el discípulo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Serpientes y escaleras

Nota introductoria:
Nuevamente falto a mi propósito de no refritearme.
Pero tengo dos motivos: Este es el primer texto que subí a la red, hace más de seis años, y le tengo algún aprecio.
Y el otro, que me temo que la página donde está, Predicado.com, algún tiempo un excelente lugar de reunión de escritores y que ahora sufre de una lamentable decadencia, cierre sin previo aviso.


Obsesivamente recordaba ese sueño.


Se veía mientras bajaba y bajaba atravesando pisos idénticos, alfombrados de rojo, paredes blancas relucientes y cuatro puertas de madera, cerradas y blancas. Un cubo central de escaleras, apenas un pasillo que conectaba cuartetos de puertas desnudas de rótulos. Los techos radiaban una luz brillante y fría iluminando paredes ciegas, sin ventanas, que enmarcaban pares de puertas a izquierda y derecha.
En uno de los descansos un esquema revelaba un tiro vertical como el de una mina, siempre en descenso y a él, sin esperanza de sosiego, ubicado apenas en el arranque. En
tonces despertó.

Siempre estuvo convencido de que esos picaportes redondos y oscuros no requerían de llaves. Si hubiera franqueado alguno de los vanos, quizá lo aguardaba el acceso a un camino donde encontraría su canción y su respuesta. En momentos turbulentos deseaba volver a esas puertas y escapar. Debía calcar el sueño original, reviviendo con fidelidad aquel mundo onírico. Pero presintió que esa misma fidelidad en los detalles lo exponía a despertar al día que tuvo el sueño. A cambio de una salida, se vería forzado a repetir décadas enteras de su vida.

Esa posibilidad, al principio indeseada, se volvió cada vez más atractiva. Valdría la pena revivir el tedio y los deberes escolares sin sentido si conservaba todos los recuerdos. Y también las experiencias. Y también conocimientos y habilidades, sus deseos...
Si no se olvidaba de sí mismo, si lograba encarnar el yo presente en su propio pasado, renacería capacitado para evitar errores, sabiendo qué debía callar o lo que debería decirse, prevenido sobre acciones y omisiones.


Se percató que resoñando adecuadamente podría transportarse a un cualquier momento de su propio pasado, usando sus propios sueños-recuerdos como vínculos a través del tiempo. Secretamente inventó rituales, y tras varios años de combinar fases lunares con fechas exactas y días de la semana, inesperadamente una noche el olor a lluvia le acarreo el recuerdo de un sueño feliz. Y despertó reencarnado en un lejano ayer decidido a nunca revelar que había realizado ese viaje insólito, ni de cuándo provenía.

El principio fue arduo: era difícil decidir cuál era su cepillo de dientes o recrear los detalles de las rutinas cotidianas, y le desconcertaron la infinidad de obligaciones, compromisos y conversaciones que a cada día dan su sabor y de los cuales ahora estaba desconectado. Debía re-conocer su propia vida en todos sus elementos, a riesgo de volverse anacrónico.
Pronto advirtió que los conocimientos que había memorizado para aplicarlos con ventaja le resultaban apenas útiles, pues en cuanto tomaba una decisión que le imprimía nuevo rumbo a su futuro-pasado, con ella se desencadenaban un sin fin de cambios que, en efecto dominó, le hacían irreconocibles los caminos por los que iba enfrentándose.
Aun así, logró enfocarse sobre ciertas tendencias de su vida y la de algunos otros, interviniendo para impedir encuentros y evitar relaciones o actividades sin perspectiva.
A pesar de saber con antelación lo que necesariamente pasaría en el mundo, empezó a angustiarle ver que cada vez se le escapaba más el anhelado control sobre su vida.

Conforme los cambios que ocasionaban sus nuevas acciones crecían como una bola de nieve, también se incrementaba su ansiedad y la tristeza de haber renunciado a su vida inicial. Y entre mayor era su desesperación, incontroladamente comenzó a reencarnarse a otros momentos, a través de sueños pasados o futuros, de su vida antigua o de la nueva, sin orden, creándose más y más futuros cada vez más distintos, irreconocibles.

Entonces descubrió que estaba inmerso en un absurdo juego de serpientes y escaleras a través del tiempo, inerme ante las tiradas de unos dados que lo movían a su antojo adelante y atrás por un tablero cambiante tras cada jugada.
Y, demasiado tarde, supo que las puertas de su sueño habían sido una advertencia, en vez de una invitación. Cada puerta era un sueño-vínculo que no debía abrirse. Cada piso era un futuro alternativo que era preciso evitar. Pero ya era tarde, ahora sólo le quedaba descender más y más por aquel socavón interminable.

3 comentarios:

Cassiopeia dijo...

Me alegro que lo hayas rescatado; que no es lo mismo que refritearlo...
Un abrazote

Angela Arias Molina dijo...

Entiendo los riesgos pero... no sé, aún la idea de hacer una vida en el pasado me parece atractiva. ¡Qué terrible que soy! Jajaja xD

Anónimo dijo...

lo has reflejado muy bien para lo dificil que es traducir un sueño a las palabras, buscare el signiicado de serpientes y puertas y quizas te diga algo mas, un saludo